domingo, 22 de marzo de 2009

JOVENES - NOVIOS- MATRIMONIOS

JOVENES- NOVIOS – MATRIMONIOS

Este es el título del libro de reciente publicación en Uruguay cuyo autor es el Diácono Permanente titular de este Blogger.

Con este libro editado he buscado como lo dice el prólogo plasmar en un texto de posible consulta permanente para los destinatarios, los conceptos, ideas, opiniones, pensamientos, y reflexiones obtenidas no sólo por la formación personal, los trabajos autodidactas, y lo resultante de material recogido en cursos, charlas, seminarios, etc. en los que participé tiempo atrás a fin de que todo ello les sirva a los jóvenes en su formación personal, chicos y chicas liceales y universitarios que están en ese tiempo de “búsqueda de su posible pareja” , a los novios que se preparan para recibir el Sacramento del Matrimonio para ser conscientes de lo que se prometen y sus consecuencias, y para los esposos para que a lo largo de toda su vida matrimonial puedan hacer un “parate” para reflexionar y cuestionarse “¿cómo estamos viviendo nuestra vida de esposos, de familia, a la luz de nuestra Fe? de modo de tomar fuerzas para vivir el compromiso de ser para la sociedad donde viven: fermento, sal y levadura.


Pueden hacerse pedidos al correo electrónico miltoniglesiasf@gmail.com., indicándose la forma de envío que se estime pertinente, o adquirirlo EDICIONES PAULINAS “Librería San Pablo “ o “ LEA “ Librería Editorial Arquidiocesana”

Se prepara una 2da. Edición del mismo, así como podemos adelantar que tenemos en proceso 2 libros más que esperemos pronto estén disponibles, uno de ellos de título “ LA FAMILIA”, el otro “Reflexiones. Meditaciones , y Comentarios”.

JUDIOS Y CATOLICOS CONTRA LA EUTANASIA

JUDIOS Y CATOLICOS CONTRA LA EUTANASIA

París: judíos y católicos, de acuerdo contra la eutanasiaDeclaración conjunta del arzobispo católico y el gran rabino de París PARÍS, jueves, 5 abril 2007 (ZENIT.org).- Monseñor André Vingt-Trois, arzobispo de París, y David Messas, gran rabino de París, han considerado conveniente hacer pública una declaración conjunta sobre los enfermos terminales con la que desean contribuir a la promoción de una verdadera y digna atención a las personas al final de su vida.El arzobispo de París y el gran rabino de París han reiterado su oposición a «toda forma de eutanasia», entendida como «todo comportamiento, acción u omisión, cuyo objetivo es dar muerte a una persona para poner fin así a sus sufrimientos».«Expresamos una oposición muy firme a toda forma de ayuda al suicidio y a todo acto de eutanasia», se lee en una declaración común hecha pública el pasado 2 de abril. Los dos firmantes se apoyan en el mandamiento bíblico «No matarás», que «exige de la familia y de los cuidadores no buscar acelerar la muerte del enfermo (...) ni pedir la ayuda de los demás en este objetivo».Declarándose conscientes de los sufrimientos del enfermo terminal, el arzobispo y el gran rabino animan el recurso a los cuidados paliativos, previsto por una ley francesa de hace dos años. «La solicitud debida a nuestros hermanos y hermanas gravemente enfermos o incluso agonizantes (...) exige empeñarse en dar remedio a sus sufrimientos (...). No podemos pues sino alegrarnos de lo que la ley invita a desarrollar los cuidados paliativos en todos los hospitales y establecimientos médico-sociales», subrayan.En este aspecto, el recurso a un tratamiento «que puede tener como efecto secundario acortar la vida» cuando es el único medio de «aliviar el sufrimiento de una persona en fase avanzada o terminal de una afección grave e incurable» se juzga «legítimo bajo ciertas condiciones»: siempre que «el objetivo perseguido administrando este tratamiento (sea) únicamente aliviar los fuertes sufrimientos, no acelerar la muerte».Mostrándose opuestos al ensañamiento terapéutico, monseñor Vingt-Trois y el rabino Messas afirman: «Sin renunciar en nada a nuestras convicciones religiosas y al respeto debido a toda vida humana, nos parece justo no emprender tratamientos que no obtendrían sino un mantenimiento de la vida al precio de forzamientos o sufrimientos desproporcionados».«El hecho de no emprender (o de dejar de mantener), para un enfermo determinado, tal o cual tratamiento médico, no dispensa del deber de seguir cuidándolo», especialmente seguir alimentándolo «privilegiando la vía natural». Sin embargo, si las circunstancias excepcionales obligan a «limitar o incluso suspender el aporte de nutrición», esto «no debe nunca convertirse en un medio para acortar la vida», recuerdan los firmantes de la declaración.Este análisis común es el fruto de los trabajos del grupo de reflexión puesto en marcha por la Diócesis y el Consistorio de París. Un grupo formado por miembros del Servicio de relaciones con el judaísmo de la Diócesis de París y de la Comisión para las relaciones con otras religiones del Consistorio Israelita de París. ZS07040510

¿QUE NOS DICE EL PAPA RESPECTO AL CONFESOR?

En su discurso, el Santo Padre afirmó que el confesor, "con una dócil adhesión al Magisterio de la Iglesia se hace ministro de la consoladora misericordia de Dios, resalta la realidad del pecado y manifiesta al mismo tiempo la ilimitada potencia renovadora del amor divino, amor que restituye la vida".

"Experimentando la ternura y el perdón del Señor -continuó-, el penitente se siente más fácilmente impulsado a reconocer la gravedad del pecado, más decidido a evitarlo para crecer en la renovada amistad con El".

Tras poner de relieve que el confesor es "un instrumento activo de la misericordia divina", Benedicto XVI subrayó que "es necesario que además de una buena sensibilidad espiritual y pastoral tenga una seria preparación teológica, moral y pedagógica que le haga capaz de comprender las vivencias de la persona. Además, le es muy útil que conozca los ámbitos sociales, culturales y profesionales de quienes se acercan al confesionario, para poder ofrecer consejos idóneos y orientaciones espirituales y prácticas".

El Papa señaló que el sacerdote no debe olvidar que en el sacramento de la Penitencia "es padre, juez espiritual, maestro y educador", lo cual, dijo, "exige una constante actualización". En este sentido recordó la utilidad de los cursos del llamado "fuero interno" promovidos por la Penitenciaría Apostólica.

"No podemos predicar el perdón y la reconciliación -añadió- si no lo experimentamos personalmente. Aunque existan en nuestro ministerio diversos modos e instrumentos para comunicar a los hermanos el amor misericordioso de Dios, sin embargo, en la celebración de este sacramento podemos hacerlo en el modo más completo y eminente. Cristo nos ha elegido para ser los únicos que podemos perdonar los pecados en su nombre: se trata de un servicio eclesial específico al que debemos dar prioridad".

El Santo Padre afirmó que hay muchas personas en situaciones difíciles "que buscan el consuelo de Cristo. ¡Cuántos penitentes hallan en la confesión la paz y la alegría que buscaban desde hace tiempo! ¿Cómo no reconocer que también en nuestra época, marcada por tantos desafíos religiosos y sociales -concluyó- es importante volver a descubrir y a proponer este sacramento?".
AC/CONFESION/PENITENCIARIA APOSTOLICA VIS 070219 (390)

CUATRO TENTACIONES DE LOS MAYORES

LAS CUATRO TENTACIONES DE LOS MAYORES

Según los gerontólogos, “caer” en las cuatro tentaciones significa entrar en una dinámica de envejecimiento normal a un envejecimiento patológico y ante esta situación , se viven menos años de los que se debiera vivir y además se vive mal.

Las 4 tentaciones son :

1.- La INMOVILIDAD FÍSICA.- , esto es un descanso mal entendido, una pasividad “esclerosante”.
Para tener salud en la tercera edad, poca cama, poco plato y mucha suela de Zapato. ( Dr. Jesús Calvo Melendro)

2.- INMOVILISMO CEREBRAL. La falta de estímulo cerebral, el no ejercitar las neuronas, es la anorexia vital, la pérdida del apetito de la vida, la primera secuela es el aburrimiento libre.
“En la vejez no deben preocupar las arrugas del rostro, sino las del cerebro ( Santiago Ramos Cabal)., para evitarlo hay que leer, asistir a eventos culturales, museos, teatros, etc.

3.- INMOVILISMO AFECTIVO. La gente conocida va desapareciendo de su entorno, seres queridos van muriendo, es necesario insistir en la importancia de convivir, de reformar las relaciones interpersonales e intergeneracionales, es preciso buscar nuevas compañías, nuevas amistades “ Se comienza a envejecer cuado se deja de reir” (Dr. J.J.Flores Tascón).
En esta situación cobra gran importancia “ la comunidad “.


4.- INMOVILISMO SOCIAL.- Hay que estar vigentes y atentos para no sucumbir a la automarginación, el campo vivencial se ha ido reduciendo progresivamente, en algunos casos, al final se reduce a algo tan importante como ir de la cama al sillón y del sillón a la cama, no se deben de retirar de los intereses vitales, ni aislarse de la vida ( Dra. Antonina Lavanderos).

Recopilado de Héctor Geglienzone.-

SANTO TEMOR DE DIOS

Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia.
¡Tened temor, pero no tengáis miedo!




El Evangelio de este domingo ofrece varias sugerencias, pero todas se pueden resumir en esta frase aparentemente contradictoria: "¡Tened temor, pero no tengáis miedo!". Jesús dice: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna". No debemos tener temor ni miedo de los hombres; de Dios debemos tener temor, pero no miedo.
Por tanto hay una diferencia entre miedo y temor; tratemos de comprender por qué y en qué consiste. El miedo es una manifestación de nuestro instinto fundamental de conservación. Es la reacción a una amenaza para nuestra vida, la respuesta a un verdadero o presunto peligro: desde el peligro más grande, que es el de la muerte, a los peligros particulares que amenazan la tranquilidad o la incolumidad física, o nuestro mundo afectivo.
Según se trate de peligros reales o imaginarios, se habla de miedos justificados y de miedos injustificados o patológicos. Como las enfermedades, los miedos pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos han sido determinados por una situación de peligro extraordinario. Si estoy a punto de ser atropellado por un coche, o comienzo a sentir que la tierra tiembla bajo mis pies a causa de un terremoto, entonces estoy ante miedos agudos. Estos sustos surgen improvisadamente, sin avisar, y así desaparecen al terminar el peligro, dejando quizá un mal recuerdo. Los miedos crónicos son los que conviven con nosotros, se convierten en parte de nuestro ser, e incluso acabamos encariñándonos de ellos. Los llamamos complejos o fobias: claustrofobia, agorafobia, etc.
El evangelio nos ayuda a liberarnos de todos estos miedos, revelando el carácter relativo, no absoluto, de los peligros que los provocan. Hay algo de nosotros que nadie ni nada en el mundo puede quitarnos o dañar: para los creyentes se trata del alma inmortal, para todos el testimonio de la propia conciencia.
Algo muy diferente del miedo es el temor de Dios. El temor de Dios se aprende: "Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor" (Salmo 33,12); por el contrario, el miedo, no tiene necesidad de ser aprendido en el colegio; la naturaleza se encarga de infundirnos miedo.
El mismo sentido del temor de Dios es diferente al miedo. Es un elemento de fe: nace de la conciencia de quién es Dios. Es el mismo sentimiento que se apodera de nosotros ante un espectáculo grandioso y solemne de la naturaleza. Es el sentimiento de sentirnos pequeños ante algo que es inmensamente más grande que nosotros; es sorpresa, maravilla, mezcladas con admiración. Ante el milagro del paralítico que se alza en pie y camina, puede leerse en evangelio, "El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: 'hoy hemos visto cosas increíbles'" (Lucas 5, 26). El temor, en este caso, es otro nombre de la maravilla, de la alabanza.
Este tipo de temor es compañero y aliado del amor: es el miedo de disgustar al amado que se puede ver en todo verdadero enamorado, también en la experiencia humana. Con frecuencia es llamado "principio de la sabiduría", pues lleva a tomar decisiones justas en la vida. ¡Es nada más y nada menos que uno de los siete dones del Espíritu Santo (cf. Isaías 11, 2)!
Como siempre, el evangelio no sólo ilumina nuestra fe, sino que nos ayuda además a comprender nuestra realidad cotidiana. Nuestra época ha sido definida como una época de angustia (W. H. Auden). El ansia, hija del miedo, se ha convertido en la enfermedad del siglo y es, dicen, una de las causas principales de la multiplicación de los infartos. ¿Cómo explicar este hecho si hoy tenemos muchas más seguridades económicas, seguros de vida, medios para afrontar las enfermedades y atrasar la muerte?
El motivo es que ha disminuido, o totalmente desaparecido, en nuestra sociedad el santo temor de Dios. "¡Ya no hay temor de Dios!", repetimos a veces como una expresión chistosa, pero que contiene una trágica verdad. ¡Cuanto más disminuye el temor de Dios, más crece el miedo de los hombres! Es fácil comprender el motivo. Al olvidar a Dios, ponemos toda nuestra confianza en las cosas de aquí abajo, es decir, en esas cosas que según Cristo, el ladrón puede robar y la polilla carcomer (Cf. Lucas 12, 33). Cosas aleatorias que nos pueden faltar en cualquier momento, que el tiempo (¡la polilla!) carcome inexorablemente. Cosas que todos queremos y que por este motivo desencadenan competición y rivalidad. (el famoso "deseo mimético" del que habla René Girard), cosas que hay que defender con los dientes y a veces con las armas en la mano.
La caída del temor de Dios, en vez de liberarnos de los miedos, nos ha impregnado de ellos. Basta ver lo que sucede en la relación entre los padres y los hijos en nuestra sociedad. ¡Los padres han abandonado el temor de Dios y los hijos han abandonado el temor de los padres! El temor de Dios tiene su reflejo y su equivalente en la tierra en el temor reverencial de los hijos por los padres. La Biblia asocia continuamente estos dos elementos. Pero el hecho de no tener temor alguno o respeto por los padres, ¿hace que sean más libres o seguros de sí los muchachos de hoy? Sabemos que no es así.
El camino para salir de la crisis es redescubrir la necesidad y la belleza del santo temor de Dios. Jesús nos explica precisamente en el evangelio que la confianza en Dios es una compañera inseparable del temor. "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos".



Dios no quiere provocarnos temor sino confianza. Justamente lo contrario de aquel emperador que decía: "Oderint dum metuant" (¡que me odien con tal de que me teman!). Es lo que deberían hacer también los padres terrenos: no infundir temor, sino confianza. De este modo se alimenta el respeto, la admiración, la confianza, todo lo que implica el nombre de "sano temor".

"Del Vaticano" LA V ERDAD A COMUNICAR AL ENFERMO

La verdad a comunicar al enfermo incurable, según monseñor Sgreccia
Presidente de la Pontifica Academia para la Vida
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 26 febrero 2008 (ZENIT.org).- No sólo una «verdad clínica», sino «una verdad global» del valor que tiene el final de la vida y la esperanza que la sostiene: es la información a la que tiene derecho el paciente incurable, advierte el presidente de la Pontificia Academia para la Vida (PAV).
Éste ha sido el eje de la intervención del obispo Elio Sgreccia, la última del Congreso Internacional que celebra la PAV en el Vaticano el 25 y 26 de febrero sobre el tema: «Junto al enfermo incurable y al moribundo: orientaciones éticas y operativas».
Como explica el prelado a Zenit, núcleo de su amplia ponencia es reconocer «cómo se vive el pensamiento de la muerte cuando se tiene salud», «cuando se es joven, niño o adolescente».
«Este momento lo considero esencial para poder afrontar la muerte cuando llega --admite--, porque con la muerte hay que hacer las paces cuando se vive», ya que «si se sabe contemplar adecuadamente la muerte, se sabe valorar en su verdadera luz y se sabe también dar sentido a la vida».
La desorientación al afrontar el tramo final de la vida procede de «no haber anticipado un concepto de muerte en nosotros mismos que esté abierto a la esperanza, a lo positivo, y por lo tanto sostenido por el amor», considera.
Y «transformar este rostro de la muerte hay que hacerlo cuando aún hay vida; no se puede esperar al último momento», pide. En cualquier caso, incluso entonces «debemos dar lo mejor de nosotros, y por lo tanto el diálogo, la verdad no sólo clínica -"cómo estoy, cómo me siento, mejor o peor que ayer, cuántos días me quedan..."», expresa el prelado.
Se trata de «la verdad global: la del valor que tienen esos días, la de la esperanza que tenemos enfrente, la del momento del encuentro con Dios, si especialmente el paciente está abierto a la fe --explica--; si no, hay una labor que hacer para orientar, si es posible, hacia lo positivo, hacia el acto final de la propia vida».
Monseñor Sgreccia es consciente de que tal momento «probablemente la política no lo toma en consideración, y la economía incluso lo considera nada -es más, dinero perdido»; en cambio, «para quien tiene sentido del valor de la persona, es el momento más frágil, pero el más precioso».
Obstáculos a la verdad de la muerte
«Rechazo» es la palabra con la que monseñor Sgreccia, en su intervención, sintetiza la dificultad de la sociedad y del individuo sano para manifestar la verdad de la muerte al enfermo.
Lo provoca la sinergia de diversos factores, tales «como la secularización de la cultura y de la sociedad», «la experiencia del bienestar» y «el aumento de la vida media» en los países desarrollados».
El resultado del que advierte el prelado es la fuga del pensamiento de la muerte y del sufrimiento, mientras que, «paradójicamente, se desecha con facilidad la vida de otros como algo sin valor o se inflige con igual facilidad la muerte para proteger la propia efímera satisfacción y el disfrute de la propia libertad».
Se oculta la presencia de la muerte, pero «se pone énfasis en la salud, en la productividad y en la organización del tiempo libre», constata.
También la práctica médica contemporánea, tan avanzada, por ejemplo en los países occidentales, muestra el mismo rechazo a la muerte: «antes considerada como evento natural en el ámbito mismo de la medicina, hoy se considera como fracaso, limitación, falta de éxito», advierte.
El obispo Sgreccia señala además el problema del rechazo de la muerte en quien está sano. «Debemos preocuparnos, sobre todo, de iluminar el misterio de la muerte en el ánimo de los chavales, de los adolescentes, de quien goza de salud, con la verdad que nos libera», pide.
Y es que los que «han hecho las paces con el dolor y con la muerte se sienten llevados a ayudar a los que concretamente se encuentran en el dolor y en la muerte, se abren al diálogo y al servicio»: «es el mundo de la solidaridad positiva, formado por cuantos, habiendo aceptado la propia cruz, con la fuerza del amor dentro de sí, ayudan a los demás a llevar su cruz», describe.
Atención al mundo paralelo que se percibe, en cambio, «de cuantos huyen del dolor, de una vida irremediablemente comprometida por la aproximación de la muerte» --alerta el prelado--, porque tal «fuga exterior y social denuncia una fuga interior» que se traduce en «el vacío en torno al enfermo incurable» y en la «antisocialidad», en la marginación de enfermos, de discapacitados, en la eutanasia eugenética de neonatos deformes o la eutanasia terminal y social de enfermos incurables.
De ahí la importancia de «edificar en el ánimo del joven y del adulto una "paz" con el dolor y con la muerte», cosa que implica «un camino pedagógico que se realiza con el esfuerzo de la razón y de la voluntad en el plano natural, y también con una maduración de fe en el plano sobrenatural», aclara monseñor Sgreccia.
La verdad en el enfermo y el moribundo
Vista la necesaria verdad en relación con el sentido de la vida y en la construcción de un sentido positivo del dolor y de la muerte, el presidente de la Pontificia Academia para la Vida recuerda la función de la verdad que debe acompañar asimismo el diagnóstico y la terapia del enfermo.
Apunta, a la luz de la moral católica, diversas indicaciones, partiendo de que «la relación médico-paciente se basa en la confianza».
«Existe, por un lado, un deber de justicia de que el médico» «debe revelar las verdades relacionadas con el objeto de la relación misma --enuncia--; por parte del paciente, en cambio, existe un derecho a la información, convalidado ya también por las leyes y normas internacionales y códigos deontológicos».
«Obligación moral» y «derecho jurídico» que «no comportan que deba decirse todo aquello que el médico pueda saber --precisa--, sino aquello que tiene relevancia para la compresión del estado real de la persona y de la gravedad de la situación».
«Es obvio, por ello, que hay que evitar la mentira; es debido que la realidad de la situación, en los límites de los conocimientos verificados, se exponga, evitando la comunicación drástica, pero dando paso a la esperanza, y deberá dar siempre garantía de cercanía y asistencia, porque si es verdad que la justicia exige la verdad, es también cierto que tal comunicación debe estar acompañada de la caridad», aclara.
Un solo acto: conclusivo e inicial
Llegados a la proximidad a la muerte, visto ya el deber de comunicar, lo más relevante en este punto es cómo comunicar, indica monseñor Sgreccia.
Son conocidas --por todos los que asisten psicológicamente a los enfermos graves-- las fases, que cita el prelado, de negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
En ésta última, el prelado advierte de la importancia de que exista una reflexión metafísica del morir y un anuncio de la muerte en clave salvífica y escatológica.
Y es que «no basta con hablar de la muerte como un hecho --subraya--, sino que hay que hablar de ella como un acto, y en cuanto acto humano», «que se concentra sobre todo en la agonía» y que «hay que considerarlo en su profundo espesor».
«Solemnísimo y sagrado instante» es el acto del morir --define--; «debemos contemplarlo con recogimiento y con amor».
«En este instante se contiene todo el tiempo del moribundo que, en un solo acto, puede ver la totalidad de la propia vida --apunta--. Para el creyente este acto traslada a la Pascua de Cristo la totalidad de la vida personal desde la inmanencia terrena a la trascendencia de la eternidad: es acto conclusivo e inicial: el nuevo nacimiento».
De ahí que «la gran "información" que debe iluminar y reforzar las conciencias de los hombres es el anuncio de la Muerte y Resurrección de Jesús que abre el acceso a la vida plena de la eternidad», según el plan divino, concluye.

ALGUNOS FIELES PREGUNTAN Y EL DIACONO RESPONDE

ALGUNOS FIELES PREGUNTAN Y EL DIACONO RESPONDE :

1.- Jorge es un jóven inquieto de una Parroquia en la cual di una charla hace algún tiempo. Me preguntó el mes pasado si podía reunirse conmigo para hacerme tres o cuatro preguntas. Nos vimos y me preguntó lo que seguidamente transcribo:
1.1.- Jorge. ¿ que piensas del Capital?
Le respondí: Que en economía el Capital es un valor necesario, ya que no conozco ningún sistema económico que pueda funcionar sin capitales. Pero es necesario que tengas presente que no es posible moralmente poner el capital al servicio del lucro.
Me parece que hay muchos que olvidan que la economía debe estar al servicio de las personas y no éstas al servicio de la economía.
Entonces Jorge no me dejó seguir hablando y me interrumpió preguntándome ¿ Pero entonces tener ganancias es algo ilícito? Debí aclararle que no, que tener ganancias no es en sí mismo algo negativo, pero llega a serlo cuando el que tiene el capital piensa sólo en las ganancias como un valor supremo. Mirá Jorge, si lees atentamente los Santos Evangelios no encontrarás que la riqueza o la ganancia esté condenada. Lo que sí se condena es el afán desmedido del TENER, del acumular bienes materiales, dinero, etc. sin importar la forma de hacerlo, si con eso se pisotea al prójimo, se le hace pasar mal, vivir en forma infrahumana, no se respetan sus derechos humanos . Entonces el que cree que el lucro es lo único importante, impide entender los valores del reino y por ende conseguir dichos valores.

1.2.- Dentro de lo que te pregunté antes Milton, quisiera saber que opinas de la famosa solidaridad social.
Le respondí: La dimensión social y la dimensión comunitaria de la justicia están emparentadas con la solidaridad. La Biblia nos presenta al Rey justo a aquél que defiende a sus súbditos, a los oprimidos, al que defiende al que no tiene nada, al huérfano, a la viuda, al desvalido.
En el Sínodo de 1971 se enseñaba claramente que la justicia es una “ dimensión constitutiva de la evangelización”.
El pobre es el objeto primario de la exigencia de la solidaridad. Los más necesitados, los desposeídos de bienes. Si uno piensa cual sería la comunidad ideal tiene que afirmar que la comunidad solidaria.
La solidaridad exige una actitud cordial hacia aquel con quien se es solidario, una actitud fraternal.
Entonces cada uno de los miembros de una comunidad tendríamos que sentirnos corresponsables de toda la comunidad, y ésta de cada uno de sus miembros.

1.3.- Jorge me preguntó luego ¿ porqué la Iglesia insiste tanto en la no despenalización del aborto cuando sólo tendría que exigirle a sus fieles que no lo hagan sin preocuparse de que hacen los no católicos?
Le respondo: Debes saber que la Iglesia por ser Sacramento de Cristo el Señor, fundada por EL, debe sentirse y así lo es, Madre y Maestra de toda la humanidad. Siempre, absolutamente siempre, la Iglesia defendió y defenderá la vida humana desde la fecundación hasta la muerte natural. Por tanto hay que defender la vida antes del nacimiento, cuando fue concebido el nuevo ser, cuando el espermatozoide fecundó al óvulo, durante el embarazo y después del nacimiento.
La Iglesia debe entonces velar porque toda la humanidad pueda cumplir el proyecto de Dios que, en ningún momento determina que ni la madre, ni el padre, ni autoridad humana alguna pueda disponer de la vida de un ser.
Ten presente Jorge que si una sociedad humana legalmente permite eliminar las vidas indefensas, como lo son las de un niño en el seno de su madre, es que está fallando terriblemente en su valoración de la vida humana, de la persona humana.

2.1.- Otro muchacho llamado Oscar, me comentó : “ Cuando yo era apenas un niño de 8 años y mi madre me mandaba a la catequesis para tomar la primera Comunión,en la Parroquia había un grupo de fieles que se llamaban Grupo de San Vicente de Paul. Ellos todos los meses les llevaban comida y ropa a los pobres. Eran criticados por otros porque decían que hacían “ asistencialismo” ¿ acaso, no es necesario hacerlo?
Le respondo: Asistir a los pobres es un primer paso, una especie de primer nivel para atender las necesidades más urgentes de alguien. Pero no hay que quedarse ahí, en una simple beneficencia, o en darles una limosna. Eso puede ser hasta denigrante para el que lo recibe si se convierte en algo sistemático, es decir costumbre.
Hay que tener presente lo que son derechos de las personas marginadas, los que no tienen trabajo, los que no poseen cultura, los que son pobres de solemnidad.
Por eso la Iglesia siempre enseñó, y la Obra de San Vicente de Paul también siempre tendió, aunque no siempre lo hubiera podido lograr, a que aquel que es asistido se convierta en protagonista de su propia ayuda.
Entonces no es cuestión de que encontremos personas sin trabajo, que no poseen dinero alguno y les demos un poco de dinero, una especie de limosna, que quizás y sin quizás no les alcance para satisfacer sus necesidades básicas mínimas. Nada impide que en el primer momento se les facilite ropa y/o comida o albergue, pero es necesario que se busque que haya una contrapartida laboral. Que cada uno de los asistidos se gane su propia asistencia.
Es preferible que se les asigne un ingreso mínimo que les alcance para vivir dignamente, pero que se les exija ganárselo. Para eso el Estado que es el primero que tiene tales obligaciones posee la capacidad de utilizar los campos, propiedades, maquinaria, etc. que posee para tales efectos, y si no le alcanzaran hasta seguir el mecanismo de la expropiación de tierras improductivas, etc.
Las comunidades eclesiales que prestan ayuda o asistencia a personas indigentes o carentes de ingresos, buscarán con creatividad la forma de emplearles en emprendimientos que los hagan crecer como persona y “ganar lo que reciben” puesto que es sabido que cuando a uno algo le cuesta lo valora, sinó hasta puede darle mal uso.

2.2- Oscar continuó preguntando ¿ que me puedes decir de los mentados derechos humanos?
Le respondo: Allá por el Siglo XVI se comenzó a hablar de los Derechos Humanos.- La base es la paternidad de Dios creador, los humanos todos iguales y fraternos entre sí. Iguales ante Dios.
Creo que fue en el año 1948 que la O.N.U. formuló unas 30 proposiciones sobre los Derechos Humanos.
Sin duda alguna que el primero que debe defenderlos es el Estado. La Iglesia, por lo menos que yo recuerde en este momento ha escrito en los últimos tiempos algunos documentos que hacen referencia a estos Derechos Humanos y te cito como ejemplo para que lo leas cuando te sea posible, la encíclica Pacem in Terris del Papa Juan XXIII y la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II.

2.3.- Oscar planteó una tercera pregunta ¿ Porqué la Iglesia siempre está contra la eutanasia, cuando hay tanta gente que sufre inútilmente?
Le respondo: La Iglesia siempre ha enseñado que no hay nadie , ni siquiera el enfermo por más terminal que sea que pueda disponer de la vida.
A todo enfermo hay que darle una asistencia solidaria, cercana, que lo ayude, que lo prepare para el encuentro con Dios, para enfrentar el momento de la muerte en forma digna y humana. Ahora bien, debes tener presente que también la Iglesia enseñó siempre que no es eutanasia dejar de emplear mecanismos extraordinarios para mantener la vida en forma vegetativa, ni tampoco proporcionarle al enfermo medicamentos o tratamientos para aliviarle sus dolores, aún sabiendo que eso pueda abreviarle en algo la vida del enfermo.
Vuelvo a repetirte algo que te dije en la pregunta anterior, la Iglesia es Madre y Maestra y nunca va a enseñar nada que colida con las enseñanzas del mismo Jesús dadas en los Santos Evangelios, ni que vaya en perjuicio directo de la persona humana. Siempre enseña con amor, pensando en el bien supremo de cada persona que existe en este mundo.

4.- Ahora la pregunta es una chica: Loreley y nos dice que tiene un chico que la pretende, pero que en principio todos los planteos que le hace son muy “ machistas”. Su consulta es ¿ si en el concepto cristiano la mujer debería siempre quedarse en su casa al cuidado de los hijos o si no hay oposición a que trabaje? ,ya que el joven que aspira a ser su novio dice que fue creada para la casa y no para el trabajo.-
Le respondo: Durante muchos siglos se consideró que el lugar de la mujer en la sociedad se reducía al de esposa y madre y el único trabajo viable era ocuparse de su casa y de los hijos. En la década del 1830 al 1840 en EE. UU y en Inglaterra nació un movimiento feminista como reacción a esa forma de pensamiento machista, y el principal objetivo fue lograr que las mujeres pudiera “ votar”. En cuanto a la Iglesia en la Encíclica “Pacem in Terris” reconoce como un signo de los tiempos, todo lo que se hace por la promoción de la mujer y la igualdad de oportunidades en lo social así como en lo eclesial. Y la Iglesia actualmente continúa en esa prédica.
Por otra parte, una realidad objetiva es que casi todos los matrimonios de este siglo se realizan entre hombres y mujeres que trabajan para poder mantener un status mínimo normal. Obviamente, cuando llegan los hijos es necesario que la mujer logre un sano equilibrio entre el tiempo dedicado a la labor en sociedad y la permanencia junto a éstos por el lapso que sea necesario en la vida de los chicos. Pero no sólo la madre tiene que estar presente, sino que compartirá el tiempo con el padre. No sólo la mujer debe ocuparse de las cosas de la casa, no se es menos hombre por cocinar, lavar, colgar ropa, limpiar la casa, o cambiar a los recién nacidos, llevarlos a la consulta médica, etc. Es preciso que los jóvenes cuando se ennovian hablen todas estas cosas. Nadie debe aprovecharse del otro, pero hoy día no ha lugar a “machismos” o “ feminismos”. Todos valemos por igual ante Dios, todos debemos ser co-rresponsables del hogar, de la formación de los hijos, de lograr lo necesario para un sustento razonable .
Por otra parte, la mujer tiene el mismo derecho que el hombre a realizarse como persona, como profesional si lo es, como trabajadora en aquello que es su vocación o lo que pudo lograr hacer. Ni uno ni otro tiene el derecho de exigir a su consorte anularse en sus aspiraciones para encerrarse en la casa y sólo hacer aquello que el “machismo” de otros siglos establecía.-

4.2.- Sigue preguntando Olga que es una señora compañera de Loreley en un grupo de Revisión de Vida. Nos dice ¿ Explicarías un poco que es eso de la objeción de conciencia?
Le respondo: es la negativa a la que uno tiene derecho a obedecer una orden cuando la conciencia impone la desobediencia.
La razón de la objeción de conciencia es que las normas humanas o las leyes creadas por los seres humanos son falibles y en algunos casos hasta son contrarias a la voluntad de Dios.

5.1 Ahora le toca el turno a Marcelo. Nos pregunta ¿ En la predicación de Jesús que implica el Reino de Dios?
Le respondo.- Un profundo cambio personal y social. Es el ideal de una sociedad que sea digna de los seres humanos que la forman donde finalmente se implante la fraternidad, la igualdad y la solidaridad entre todos los que integran dicha sociedad.
Sin duda que se trata de un “ mundo nuevo” que llegará a su plenitud más allá de nuestra historia, cuando Dios sea Dios en todos. ( Te conviene leer Mateo 25 te lo recomiendo).

6.1.- Jacinto nos pregunta porqué se habla tanto de compromiso del cristiano y en que consiste.
Le respondo. El término “ cristianos comprometidos con su realidad” se utiliza para señalar aquellos fieles por lo general en relación a los laicos y laicas que en su quehacer en la vida valoran la presencia suya en la sociedad y cuidan de vivir y enseñar a vivir a los demás las exigencias sociales de la Fe.
Es muy común en el plano del apostolado de los laicos, en su compromiso temporal decir que están comprometidos a cambiar las estructuras sociales en más humanas y más cristianas. Es el esfuerzo que realizan estos hombres, mujeres, muchachos y muchachas en lo social y político para unir la Fe con la Vida.
Aquel que es verdadero discípulo de Cristo, cristiano convencido y comprometido, trabaja en defensa de los derechos humanos, del logro de la paz, por el bien de los más necesitados y débiles, no sólo con su palabra, sino más bien con su acción.
El compromiso es con Jesús, con su causa, que es el Reino de Dios.
Por eso siempre se dice que hay que vigilar de no romper el binomio Fe-Vida. Si lo que hacemos en la realidad donde nos movemos no se compadece con nuestra Fe, estaremos dando un antitestimonio. De ahí la necesidad de profundizar en nuestra Fe, en las Enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y vivir en consecuencia.