miércoles, 10 de febrero de 2010

NO A LAS EXCLUSIONES

¡ NO A LAS EXCLUSIONES!

Jesús se entregó por nosotros, por todos los seres creados , sin excepciones.

¿ que nos da Jesús en la Mesa? Su cuerpo, “ su carne por la vida del mundo” Jn.6,51. ¿ que se entiende por carne?
Todo el ser, cuerpo y alma, todo, sin reservas.

Jesús siempre pone la verdad por sobre la institución
( Mt 12,1-8) , al Espíritu por encima del culto (Jn.4,24), y el amor misericordioso y compasivo por sobre el sacrificio. ( M5, 5-23-24; 12.7) .

Jesús integra, no excluye. Jesús recibe a todos quienes lo aceptan a él, quienes le buscan, a los pobres les demuestra en todo momento tener para con ellos una predilección.
Quien quiera ser el primero que se haga el último, el servidor de los demás. Por eso los que en el mundo buscan siempre ocupar los primeros sitios, tener a todos debajo de sus pies como se dice vulgarmente, serán los últimos. No es que Jesús esté contra el progreso, contra que una persona pueda destacarse por su saber, por su sacrificio, por su capacidad intelectual puesta al servicio del bien común, por su sagacidad para la administración de las cosas humanas. Todo eso está bien, siempre que lo que se busque sea el bien común, el servir más y mejor a todos los demás, no el sacar provecho personal y punto.

Entonces vemos como a Jesús le interesan los enfermos, los leprosos, los que nadie quiere, le preocupan los que están lejos del camino que conduce al Reino del Padre, y sale a buscarlos, demuestra su predilección por los más pequeños.

Decía un Sacerdote, teólogo español en un trabajo que leí publicado hace tiempo en una revista católica, cual no sería la sorpresa de los que se estiman “ puros y santos” cuando Jesús dijo que las prostitutas entrarían primero en el Reino.
Se escandalizaron porque Jesús comía con pecadores, visitaba la casa de algunos que a criterio de estos “puros” no eran merecedores de esa suerte.
¡ cómo le rechinaban a los “puros” que Jesús estuviera con tan malas compañías: publicanos, pecadores, etc.

Pero Jesús al recibir a todos en la comunión de su Mesa, pone una condición que no la advierten, que los que vengan a su mesa estén en comunión.

Jesús busca ante todo el bien del otro, la liberación a los esclavos de cualquier tipo de esclavitud, y pide la Fe, la conversión, que vivan una vida nueva.

No se trata de que todo está bien, cualquier cosa vale. Si el otro necesita un cambio de vida, hay que ser misericordioso y colaborar para que el cambio se opere. La misericordia no excluye , no excomulga, invita a la comunión y ofrece si es necesario un camino para lograrlo.

Aquella mujer conocida por “ la pecadora” porque ama mucho cambia de vida y se purifica, el publicano de la Biblia sigue a Jesús, es famoso el Evangelio en el cual vemos a Zaqueo dar la mitad de sus bienes - ¡ y tenía muchos!para sentirse digno de sentarse con Jesús.
Jesús quiere que todos los que se sienten a su Mesa sean también cuerpo entregado, que beban su cáliz y participen de su mismo destino. Acaso ¿es posible compartir el Pan de la Eucaristía y no compartir nada de lo que tenemos en la vida? Lo que tenemos, lo que somos ¿ es para nuestra satisfacción egoísta? o en cambio ¿ es para el bien de los demás? ¿ No somos capaces de compartir nada de lo nuestro con otros necesitados, sea de un poco de nuestro tiempo para escuchar a quien tiene necesidad de ser escuchado, nuestra capacidad apostólica para hacer conocer a Dios a quienes aún no lo conocen, nuestros bienes materiales para abatir el sufrimiento o la carencia de los más desposeídos? ¿ Ni un poco acaso? No se nos pide, Jesús no pide a nadie volverse menesteroso para que otros tengan algo. Pide compartir de lo que se tiene, de los dones, capacidades, carismas, etc. que Dios nos concedió, algo para el bien de los demás. ¿ Será tan difícil? ¿ nos volveremos tan egoístas, tan egocentristas, nos creeremos el ombligo del mundo como el jóven aquel que preguntaba a Jesús que tenía que hacer para ganar la vida eterna y al cual Jesús sabiendo que poseía bienes en exceso le pidió que los compartiera y lo siguiera. El jóven cumplía todos los mandamientos que no le demandaban dar nada de sus pertenencias, sacrificaría deseos, o cualquier otra cosa, ¿pero bienes propios? A eso no estaba dispuesto.

No es posible participar de la Eucaristía siendo injustos con los demás, violando derechos humanos, sintiéndonos que somos más que otros, despreciando a algunos porque “ no son como nosotros” o “ no son de los nuestros”. No es posible compatibilizar la Eucaristía con un afán de dominación de los demás, con la corrupción personal, con la acumulación de bienes para uso exclusivo de uno, tratar a los demás como objetos y no como personas.

Quienes no tienen presente que debemos servir a los demás, no servirnos de ellos, quienes son injustos, violadores de derechos, excluyen a otros, dominan por el poder en si mismo sin la búsqueda del bien de los demás, esos son ellos los que se excluyen, nadie los excluye.

Pero no debemos juzgar para no ser juzgados. Porque según sea nuestra medida para juzgar, con ella misma seremos juzgados.

Saben, siempre me encantó un cuadrito que veía cuando niño en las vidrieras de muchos bazares a la venta, y que ví colgado en la entrada de una parroquia de barrio. Decía:
“en la tarde de la vida te examinarán en el amor”.

Firmemente siempre pensé que cuando nos llegue la hora y nos tengamos que presentar ante Dios, tendremos que responder a la pregunta que Jesús hace en la Biblia “ ¿estás conmigo o estás contra mi?”
Para responder que estamos con Jesús, será preciso que nuestra vida haya tenido a Jesús por centro, que lo hayamos amado a El y al prójimo como él nos mandó, y que más que llevar un inventario de nuestras faltas cometidas lo que importará para escuchar la sentencia “ vengan benditos a la casa de mi Padre” es que hayamos amado de verdad en todo momento.

Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor. Si pudiéramos proyectar en dos TV uno colocado al lado del otro, en el primero la vida de Jesús y en el segundo la nuestra y en paralelo pudiéramos analizar frente a cada momento que exigió una opción, una decisión nuestra si hemos amado como Jesús amó , podrá ocurrir entonces que podamos responder un SI grande, te hemos amado Jesús y hemos amado a cada hombre, cada mujer, cada niño, como a nosotros mismos, por tu amor, porque en ellos hemos visto tu rostro.
O quizás debamos decir en tales o cuales casos fallamos, no fuimos coherentes con el amor recibido de ti y de esto nos arrepentimos firmemente, perdón Señor, ten misericordia de nosotros. O lo que también es posible porque Dios respeta nuestra libertad, “ reconocemos que no obramos como tu lo hiciste, no hemos amado, pero no nos arrepentimos y confirmamos nuestra opción,

Nadie debiera sentirse libre de excluir a otro. A Jesús lo acusaron de comer con pecadores , pero ¿ verificaron si estos pecadores habían dejado de serlo? Muchos se creen santos tan sólo porque cumplen algunos preceptos y porque son asiduos asistentes al culto. ¿ lo hacen con amor, evitan oprimir a los demás, sirven o son servidos?

Hay que saber discernir para saber quién puede participar de la Eucaristía:
- Dios mira al corazón de las personas. Nosotros vemos sólo las apariencias externas. Lo exterior puede llevarnos a un grave error.
- ¿Tenemos claro que podemos honrar mucho a Dios con los labios pero tener el corazón lejos de EL?
- Jesús nos lo enseñó : lo que viene del corazón es lo que mancha al ser humano.
- ¿ No estaremos confundiendo lo que quiere Dios con lo que queremos nosotros?
- ¿ Amamos a Dios y al prójimo como a nosotros mismos? Es el mayor mandamiento. Si esto es una realidad, hay comunión y se puede celebrar la comunión.
- ¿ quién es mi prójimo? Tener muy presente la parábola del buen samaritano. Los que pasaron frente al herido es probable que se hayan preguntado ¿Qué me puede pasar si otros me ven ayudando a éste que no pertenece a los nuestros? Mientras que el buen samaritano se habrá preguntado ¿ que le puede pasar a éste si yo no lo socorro? La respuesta el clara ¿ quién fue el prójimo del herido?
¿ cuál es mi prójimo? Quien pueda sentarse codo a codo en la misma mesa.

- Estar en comunión es vivir el amor práctico que hace
el bien a quien ahora mismo lo está necesitando.

Recordemos que Jesús dijo que aquel que de de comer al hambriento, ropa al desnudo, visite a los presos, cuide de los enfermos o los visite, se preocupe por los adictos a las drogas o al alcohol, es decir a los más necesitados, a EL ha ayudado.
“Lo que hayas hecho con los más humildes, a mi me lo hiciste” (Mt.25, 40-45).

Dios no hace acepción de personas, en cualquier lugar del mundo, quien le teme y practica la justicia, le es grato a Dios.

Entonces no vale golpearse el pecho y decir “perdón, señor, señor” sino que hay que cumplir su voluntad.
Cualquier otra cosa es perder el tiempo y hasta el culto se vuelve inútil si no se cumple con su voluntad.