lunes, 30 de julio de 2007

ACTO PENITENCIAL

Seguidamente se transcribe el Acto Penitencial que el D.P. autor del blogger realizó en la Parroquia Nuestra Sra. de la Merced en la Semana Santa 2007.

ACTO PENITENCIAL 2007

Vinimos a prepararnos para el acto penitencial, y podríamos preguntarnos ¿ porqué confesarme?
¿porqué confesarme con un sacerdote que es un hombre que también él es pecador?
¿ porqué hablar de mis cosas, de lo que me da vergüenza?

Es que el pecado existe, y no sólo está mal pecar, sino que hace mal. Nos hace mal a nosotros, y a los demás.
Miremos el mundo en general: guerras, injusticias, abusos, egoismos,celos, venganzas, violencia, y tantas otras formas….

El pecado rompe nuestra comunión con Dios, como si optáramos por otro señorío que no es el de Dios.
Es pecado rechazar explícitamente a Dios. ( apostasía, blasfemia, infidelidad, herejía, cisma, indiferencia religiosa,impiedad y otras formas.

Es pecado adoptar actitudes contra el bien del prójimo por ej. Injusticia, desprecio, deshonra, asesinato, adulterio, calumnia, enemistad, violencia, robo, hurto y hay más.

Es pecado transgredir los mandamientos que nos fueron dados para hacernos descub rir valores profundos. ( Por ej. Deshonrar a nuestros padres, donde no sólo les hacemos mal a ellos sino que nos lo hacemos nosotros mismos).

Es pecado toda actitud interior oscura o que tiende a malas obras ( impureza, mentira, libertinaje, mediocridad, pusilanimidad, intemperancia, ambiciones desmedidas, orgullo, egoismo, soberbia y podríamos seguir….

Todo lo que se opone al amor está en la órbita del pecado.

La raíz del pecado está en el corazón de la criatura humana, en su libre voluntad como dice la escritura que es de adentro de nosotros que salen las malas intenciones.
(Leamos Mt.l5,l9-20)

Pero tenemos la experiencia de la misericordia y la compasión de Dios, experiencia que constatamos en nosotros mismos y en tantos otros fundamentalmente en personas humildes, buenas, santas.

Cuando nos confesamos nos sentimos amados de manera nueva por Dios.

Podemos preguntarnos ¿ quienes son los protagonistas de la celebración del Sacramento de la Reconciliación?

Respondemos :
Dios Padre que recibe, reconcilia y perdona como al hijo pródigo.

Jesucristo que reconcilió al mundo consigo y obra directamente en el Sacramento absolviéndonos a través del Sacerdote.

El Espíritu Santo misterioso, interior, que nos conduce hacia la santificación.

Y el pecador arrepentido llamado a vivir el proceso de reconciliación y de recepción de una gracia especial.

También el Sacerdote que en nombre de Jesús actúa como e lSeñor recibiéndonos, escuchándonos, aconsejándonos orientándonos, perdonándonos y sanándonos

Y la Iglesia, puesto que este Sacramento como todos los demás se celebran en Iglesia.

Vamos a hacer una oración, pongámonos de rodillas un instante:

Padre Dios, misericordioso y compasivo
Yo también llego diciéndote he pecado contra ti y no merezco que me llames hijo.
Jesús, tu que diste la vida para salvarnos a todos
Te ruego que también de mi te acuerdes en tu Reino.

Y a ti, Espíritu Santo , fuente del Amor
Te pido me purifiques, y me ayudes a caminar como hijo de la luz.

Ahora vamos a hacer el exámen de conciencia:
Cada uno en su interior se irá contestando a las preguntas y procurará comprobar donde están sus faltas para luego
Confesarlas al Sacerdote.

¿Tengo presente a Dios en mi vida?
¿Pongo en Dios mi confianza o la pongo en otras cosas?
¿ Hago oración, diálogo con Dios?
¿Participo con frecuencia en la Eucaristía?
¿Me intereso y escucho a la Iglesia?
¿ Con mi vida testimonio el Evangelio?
¿Me preocupo de mi formación cristiana?
¿Soy generoso con los demás, sobretodo con los más necesitados?
¿ Me intereso en las demás personas o sólo en mi?
¿ Uso a los demás para mis intereses?
¿ Le hago a otros lo que no quiero que me hagan a mi?

Si estoy casado(a) me preocupo para que crezca el amor entre los dos?
¿ dialogamos como esposos cristianos, todo y somos corresponsables?
¿ busco siempre imponer mi criterio?
¿ mantengo la fidelidad matrimonial?
¿tengo conciencia de la paternidad responsable?

Como padres :
¿doy buen testimonio de vida humana y cristiana a mis hijos y a los amigos de mis hijos?
¿ pongo límites justos y claros en la conducta de los menores?
¿dialogo , escucho, comprendo, hablo con claridad?

Si somos hijos:
¿ Me preocupo de los problemas de mi familia?
¿respeto a los demás familiares?

Si en la familia hay miembros pobres ¿ nos preocupamos por ellos?
¿buscamos ser constructores de unidad familiar o dividimos?

Con relación a las demás personas:
¿mantengo la verdad y fidelidad o he dañado a alguien con falsedades, calumnias, insinuaciones maliciosas, juicios temerarios o violación de secretos.?
¿he violado la vida, la integridad física, la fama , el honor o los bienes de los demás?
¿soy capaz de defender los derechos de los más débiles?
¿ he robado o deseado injusta y desordenadamente los bienes de otra persona, o le produje perjuicios?
Si hice o dije algo más ¿ procuré reparar el daño o restituir el perjuicio?
¿ estoy dispuesto a perdonar a quien me haya injuriado o despreciado si vuelve arrepentido o conservo odio o deseo de venganza?
¿soy humilde o me considero superior a los demás?
¿ le impongo a los otros mi voluntad y niego su libertad o sus derechos?
¿ cumplo las ordenanzas de tránsito y procuro ser solidario en la medida de mis posibilidades?
¿respeto a las personas y los lugares públicos o soy de los que trata de sacar ventaja siempre que puede?

Sobre el dinero:
Tengo claro que el dinero y la propiedad no tienen un valor absoluto y que implican deberes sociales?
Si soy profesional ¿ me aprovecho de los demás en mi profesión o los veo como prójimos?
¿ soy desmedidamente ambicioso o pienso demasiado tiempo en todo lo relativo al dinero?

En lo laboral:
Si soy patrón o directivo ¿ me preocupo de los empleados y de su dignidad y buen sustento?
Si soy trabajador ¿ cumplo con eficacia y dedicación o procuro sacar ventajas por sobre otros compañeros?
¿procuro crear un clima fraterno y soy honesto en las reivindicaciones?

En lo social:
¿Me preocupo por el bien y prosperidad de la comunidad donde vivo?
¿procuro participar en actividades que ayuden a una mejor convivencia?
¿cumplo con mis deberes cívicos?
¿ cumplo con mis compromisos?
¿Protejo la naturaleza y el medio ambiente?
Si llego a tener un cargo público¿ lo hago con desinterés personal o busco mi provecho y comodidad?

En lo personal:
¿ me esfuerzo por corregir mis malas inclinaciones?
¿Soy envidioso, arrogante, abuso del comer o tomar?
¿ llevo una vida sexual acorde con la castidad propia de mi estado?
¿ soy puro en las miradas, en las conversaciones, en mis actitudes?
¿ soy responsable con mis obligaciones?
¿ Me esfuerzo por ser competente en mi vida profesional, laboral o funcional?
¿ Acepto con paciencia las adversidades y contrariedades de la vida?
¿He obrado siempre con sinceridad o he actuado contra mi conciencia por temor o por hipocresía?
¿soy exclavo de mis pasiones e impulsos o procuro obrar con control y dominio sobre mi mismo?

Ahora hagamos una oración de contricción :

Jesús, hijo de Dios vivo, ten piedad de mi que soy un pecador.
Señor Jesús, Redentor amoroso,
Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy,
Me pesa realmente haber ofendido a un Dios tan amoroso y compasivo,
Propongo firmemente no pecar más,
Confío que por tu gran misericordia, tu ternura y compasión me concedas el perdón de mis culpas y cuando me llegue la hora me lleves a la vida eterna junto a Ti.

sábado, 21 de julio de 2007

ECUMENISMO

ECUMENISMO

Desde siempre la humanidad anheló la paz con esperanza, con nostalgia. Siempre la humanidad fue contraria a la violencia, a la guerra, y sigue creyendo que al final, la paz será la que dirá la última palabra.

Shalom, la paz, es una antigua promesa que encontramos tanto en el A.T. como en el N. T.

Paz no significa solamente silencio de las armas.

Paz es el ordenamiento que Dios quiere para todas las cosas, un mundo donde todos podamos vivir juntos sin violencia, vivir en libertad y con felicidad. Es la paz en lo más íntimo del corazón.

Si pensamos un poco, la Biblia termina con la visión de un mundo donde Dios enjugará de los ojos toda lágrima, donde ya no habrá muerte, ni luto, dolor alguno. Leamos en Ap. 2l,4.

El N.T. nos anuncia que esta esperanza de paz se realizó en Jesucristo, pues El es nuestra paz. Leamos Ef. 2,l4

En la Cruz Cristo fundó la paz y destruyó el odio, la violencia, la enemistad. En su cuerpo sufrió la violencia, pero no respondió con violencia, sino que oró por quienes lo perseguían. Cristo mismo pidió a los discípulos que fueran como El, constructores de paz. Veamos Mt. 5,9.

Nosotros no podemos restaurar la unidad sólo con nuestras fuerzas. Es por eso que Jesús nos dejó su paz, infundió en nuestro corazón su Espíritu. Espíritu de paz, de justicia, de reconciliación, de mansedumbre, de caridad, espíritu que transforma nuestro egoismo y nos transforma a nosotros mismos haciéndonos personas nuevas, personas en cuyo corazón reina gozosa la paz de Cristo. Leamos Col.3,l5.

Es nuestra misión de cristianos porque se nos concedió la paz, convertirnos en embajadores de la paz para este mundo. Testigos de la paz.

Desgraciadamente la imagen que ofrece el mundo en que vivimos , incluso nuestras Iglesias, es muy diversa. Nuestras iglesias están separadas. Inclusive las iglesias que creen en Cristo. Las que se denominan católicas. Basta que escucháramos el 4 de junio del año 2004 en la celebración ecuménica como se profesaba la Fe en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
El testimonio de estas iglesias que creemos en Cristo, que nos confesamos católicos y apostólicos en vez de ser común y en favor de la paz, ha sido antagonista.

En nuestras celebraciones eucarísticas decimos antes de la Comunión “Mi paz les doy”, “la Paz sea contigo”, y antes de recibir a Cristo Eucaristía pedimos “ no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la Fe de la Iglesia...” Esto significa también “ no tengas en cuenta el pecado de la división, el escándalo de la división, de la separación. Todos tenemos motivos para pedir “concédenos la paz y la unidad”.-

Jesús pidió “QUE TODOS SEAN UNO”, leamos Jn. l7,2l. Allí veremos como Jesús pronuncia esta oración ante nosotros, con nosotros y por nosotros.
En esta última década, gracias a Dios se ha logrado grandes progresos en el Ecumenismo y en el Diálogo Interreligioso, puesto que ya no usamos expresiones de odio, de desprecio, de burla recíproca. Se ha desarrollado un nuevo espíritu de fraternidad. Vivimos, trabajamos y oramos juntos. Llegamos inclusive a ser amigos muchos de nosotros.

Pero si contemplamos objetivamente el mundo en que vivimos percibimos signos de un nuevo confesionalismo, intentos de minar el camino que lleva a la unidad.

Los cristianos somos personas de esperanza. No una esperanza ingenua; es un don de Dios, conservado con paciencia . Ver Rm. 5,4.
Un don que nos permite esperar contra toda esperanza . Leamos Rm.4,l8.

El Concilio Vaticano II puso de relieve que el movimiento ecuménico nace del impulso del Espíritu de Dios. Y cuando el Espíritu de Dios inicia algo, siempre lo lleva a su buen fin. No hay motivo para desalentarse . Leamos Jn l4,l.

Jesús comenzó su predicación con una invitación a la conversión. En el Evangelio de Mc l,l5 nos dijo “Conviértanse y crean en el Evangelio”.

Eso mismo vale para el Ecumenismo, si queremos dar pasos concretos hacia adelante. No puede existir ecumenismo sin conversión. Es necesaria la purificación de la memoria y del corazón. No hay ecumenismo sin un cambio de nuestra manera de pensar, de hablar y de comportarnos. No hay ecumenismo sin apertura a la reforma y a la renovación.
También la Santa Iglesia como dice el Concilio Vat.II siempre está necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación.(Lumen Gentium 8).

Es frecuente que cuando hablamos de conversión pensemos en conversión del otro, o de los otros, pero debe comenzar por nuestra propia conversión. No miremos la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro . Nos lo dice Mateo 7,3.
El ecumenismo es un estímulo a la autocrítica. El Papa Juan Pablo II nos dijo que el ecumenismo desempeña también la función de un examen de conciencia (Ut unum sint,34)., y debe ser una exhortación a pedir perdón. Todos debemos convertirnos a Cristo. En la medida en que nos unimos a El, nos uniremos entre nosotros.

El Cardenal Kasper de quien tomé la mayor parte de las reflexiones, dice que el diálogo es el método mismo del ecumenismo.
No es un simple intercambio de pensamientos y argumentos, se trata de un intercambio de dones.
Podemos aprender uno de los otros, enriquecernos mutuamente.
Debemos ser una bendición los unos para los otros.

El ecumenismo no hace perder nada, es un proceso de crecimiento y enriquecimiento.
A través del diálogo el Espíritu Santo nos guiará a la verdad completa. Veamos que nos dice Jn, l6,l3.

Es necesario tener humildad y capacidad de reconocer que también nosotros necesitamos de los demás.
Es importante la espiritualidad de comunión . Sugiero leer Ef 4,l-3.

El Papa Juan Pablo II nos dijo oportunamente en su encíclica Novo Millenium Ineunte en el número 43 que la espiritualidad de comunión significa dejar espacio a los demás, compartir con los demás sus deseos, sus preocupaciones, sus sufrimientos. Que no nos fijemos en las debilidades de los demás, y que seamos solidarios con ellos, para ayudarles a superar las dificultades. Esto nos une y funda la paz.


A continuación transcribiré un fragmento de la homilía del Papa Benedicto XVI en su primera misa como Pastor Universal de la Iglesia pues en ella trató magistralmente el tema de la búsqueda de la unidad.

«5. Alimentados y apoyados por la Eucaristía, los católicos no pueden dejar de sentirse estimulados a tender a esa plena unidad que Cristo deseó ardientemente en el Cenáculo. El sucesor de Pedro sabe que tiene que hacerse cargo de modo muy particular de este supremo deseo del divino Maestro. A Él se le ha confiado la tarea de confirmar a los hermanos (Cf. Lucas 22, 32).
« Plenamente consciente, por tanto, al inicio de su ministerio en la Iglesia de Roma que Pedro ha regado con su sangre, su actual sucesor asume como compromiso prioritario trabajar sin ahorrar energías en la reconstitución de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo. Ésta es su ambición, éste es su apremiante deber. Es consciente de que para ello no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Son precisos gestos concretos que penetren en los espíritus y remuevan las conciencias, llevando a cada uno hacia esa conversión interior que es el presupuesto de todo progreso en el camino del ecumenismo.
« El diálogo teológico es necesario. También es indispensable profundizar en los motivos históricos de decisiones tomadas en el pasado. Pero lo que más urge es esa «purificación de la memoria», tantas veces evocada por Juan Pablo II, la única que es capaz de preparar los espíritus para acoger la verdad plena de Cristo. Cada quien debe presentarse ante Dios, juez supremo de todo ser vivo, consciente del deber de rendirle cuentas un día de lo que ha hecho o no ha hecho por el gran bien de la unidad plena y visible de todos sus discípulos.
« El actual sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esta petición y está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la causa fundamental del ecumenismo. Tras las huellas de sus predecesores, está plenamente determinado a cultivar toda iniciativa que pueda parecer oportuna para promover contactos y el entendimiento con los representantes de las diferentes iglesias y comunidades eclesiales. A ellos les dirige también en esta ocasión el saludo más cordial en Cristo, único Señor de todos.»

Por eso, los invito a pedirle al Espíritu Santo que nos haga instrumentos suyos para construir la paz, para superar cualquier tensión, que el Señor sea con todos misericordioso y nos conceda su paz.


Prof. Milton Iglesias Fascetto
Diácono Permanente

DIACONADO PERMANENTE

DIACONADO PERMANENTE
( Milton Iglesias.D.P.)

En noviembre de l964 el Concilio Ecuménico Vaticano II
sentó las bases para el restablecimiento en la Iglesia latina del Diaconado como grado propio y permanente de la Jerarquía (L.G.29). No obstante en las Iglesias de Oriente se mantuvo siempre.

San Ignacio de Antioquía decía que sin Obispos, Presbíteros y Diáconos una Iglesia particular que no tuviera los tres órdenes sagrados era impensable. Subrayaba además como el ministerio del Diácono no es sino el “ ministerio de Jesucristo, el cual antes de los siglos estaba en el Padre y ha aparecido al final de los tiempos”. Agregaba “ No son diáconos para comidas o bebidas, sino ministros de la Iglesia de Dios”- La Didascalia Apostolorum y los padres de los siglos sucesivos , así como también los diversos Concilios y la praxis eclesiástica testimonian la continuidad y el desarrollo del dato revelado.

El l8./7/67 el Papa Pablo VI publicó el Motu Propio Sacrum Diaconatus Ordinem que contenía normas concretas para el restablecimiento y el l5/8/72 publicó el Motu Propio Ad Pascendum que complementó el antes mencionado.

El Concilio dio testimonio de honor al Diaconado en la constitución Lumen Gentium, porque luego de ocuparse de los Obispos y los Presbíteros puso de manifiesto la dignidad y enumeró las funciones diaconales.

¡ Que bueno que el Pueblo de Dios tenga claro cuales son estas funciones! Por ello las vamos a enumerar:
l) Asistir durante las funciones litúrgicas al Obispo y presbítero en todo lo que le compete según las normas de los diferentes libros rituales.
2) Administrar solemnemente el bautismo a niños y adultos.
3) Conservar la Eucaristía, distribuirla a sí y a los demás, llevar el viático a los moribundos e impartir al pueblo con la sagrada píxide la bendición llamada Eucarística.
4) Asistir a los matrimonios y bendecirlos en nombre de la Iglesia.
5) Administrar sacramentales, presidir los ritos fúnebres y sepulcrales.
6) Leer a los fieles los libros divinos de la Escritura e instruir y animar al pueblo.

7) Presidir los oficios del culto y las oraciones donde no esté presente el Obispo o el Presbítero .
8) Dirigir la celebración de la palabra de Dios, sobretodo cuando falte el Obispo o el Presbítero para hacerlo.
9) –cumplir perfectamente, en nombre de la Jerarquía las obligaciones de caridad y administración, así como las obras de asistencia social.
l0) Guiar legítimamente en nombre del Obispo o del Párroco las Comunidades dispersas.
ll) Promover y sostener las actividades apostólicas de los laicos.

No todas las comunidades eclesiales – quizás en muchas partes del mundo- han descubierto todas las potencialidades evangelizadoras del ministerio diaconal.

Algo que a esta altura quisiera resaltar es que en el caso del Diaconado Permanente de hombres casados, se es diácono desde el matrimonio y no a pesar de éste o contra éste.

¿ Porqué lo precedente? Porque a veces hay Comunidades que se quejan de que la presencia del Diácono en ella no es como la del Presbítero “ a toda hora”, aunque hoy día muchos hermanos Presbíteros ocupan tiempo de su ministerio en enseñanza en Institutos escolares, liceales, Facultades de Teología, Institutos de Formación Catequético, etc. etc.
El Diácono casado tiene que repartir su tiempo entre su Familia, su Trabajo (salvo que esté jubilado y muchas veces aún así debe buscar quehaceres que le complementen ingresos), y el trabajo Eclesial. Es el famoso trípode del que siempre hemos hablado :Familia, Trabajo ,Iglesia. Y en todas partes se es diácono.

Gracias a Dios, y lo que prueba que es su voluntad, tanto por el apoyo y la valorización que la Jerarquía hace de este ministerio ( recientemente el Papa Benedicto XVI dirigiéndose a sus diáconos romanos los llamó Servidores de la Verdad), los Arzobispos y Obispos de muchísimas diócesis del mundo, los hermanos Presbíteros y sobretodo el diálogo cada vez más profundo y sincero y abierto con los Seminaristas, van haciendo desaparecer las tensiones que pudieron en algún momento dificultar en la práctica la acción pastoral o pretender reducirla a muy poca cosa, y todos vamos descubriendo y aprendiendo que nuestros ministerios son complementarios, y no opuestos.

Por la imposición de manos del Obispo, el Diácono Permanente es creado como ministro ordenado, por lo tanto no será Obispo ni Presbítero, pero tampoco laico, sino clérigo( Canon 266) y su ministerio es triple: de la Palabra, de la Liturgia y de la Caridad, oficios éstos que giran en torno a Cristo servidor. Presbíteros y Diáconos son como dos brazos del Obispo, cada uno con sus funciones propias y complementarias, ya que sólo el Obispo tiene la plenitud del orden sagrado, y es el centro de la vida de la Iglesia particular.

Sería deseable por cierto que en todo el mundo, y quizás hasta por expresa disposición Jerárquica, cuando se eleven oraciones al Señor por las vocaciones, se incluyan siempre las Sacerdotales, Diaconales, Religiosas, de especial Consagración y ¿ porqué no al Matrimonio si éste es una vocación concreta a la cual está llamada la mayoría del pueblo de Dios?. (Actualmente hay tantos que atentan contra la vida matrimonial pretendiendo que “todo vale”) .

Es preciso que todo el Pueblo de Dios insistentemente ore por las vocaciones Sacerdotales ,pues ¿ que haríamos si nos faltan quienes “hagan la Eucaristía”,
quienes nos reconcilien con Dios, con la Comunidad y con nosotros mismos, quienes administren la Santa Unción a los enfermos? pero tampoco debemos descuidar orar para que no falten diáconos, servidores de la verdad, predicadores de la Palabra, administradores de cuanto está en sus funciones enunciadas, que complementen a los Sacerdotes para que ellos puedan dedicarse más plena y perfectamente a lo que les es propio y que resulta indelegable.

A quienes lean este artículo les digo: No tengan miedo, cuando un Diácono Permanente o Transitorio proclama el Evangelio o predica y enseña es voz de Cristo, Dios y hombre verdadero, pues ha recibido del Obispo el oficio de proclamarlo, predicarlo, anunciarlo en las asambleas, debiendo convertirlo en fe viva, enseñarlo y cumplirlo. Son mensajeros del Evangelio.
La ordenación diaconal confiere el Espíritu de los siete dones, el de sabiduría e inteligencia, el de consejo y fortaleza, el de ciencia, el de piedad y del santo temor de Dios. Pueden entonces recurrir a un Diácono en búsqueda de consejo, de dirección espiritual, de consuelo, no de confesión ni reconciliación que ésta está reservada al lo. y 2do. orden (Obispos y Presbíteros).

Oren hermanos y hermanas para que todos los Diáconos (transitorios o permanentes) del mundo se conviertan en agentes de paz, de armonía, de justicia, ya que tenemos en virtud del oficio diaconal la responsabilidad de promover y buscar el Reino de Dios y su justicia, respondiendo a la consagración a ser de por vida, sacramento, signo vivo, eficaz , del misterio de servicio de Cristo en su Iglesia, signos visibles de Cristo servidor en este mundo.

Que María Santísima, nos conceda la merced de ser fieles testigos de su Hijo, servidores en la Iglesia por El fundada.

CONCEPTO DE LAICIDAD

CONCEPTO DE LAICIDAD
(D.P.Milton Iglesias )
Un Estado Laico, es aquel en el cual no existe una religión oficial, y cuantas existan lo hacen con entera libertad, sin que se les ponga obstáculo alguno ni en su funcionamiento, ni en sus manifestaciones.-

Pretender un Estado donde las diversas religiones estuvieran excluídas, es sin más, un totalitarismo estatal y dicho estado sería dogmáticamente ateo o agnóstico, donde el ateismo o el agnosticismo serían la religión estatal, lo que contraría la definición precedente, sin perjuicio de violar la libertad de expresión y de culto y de sus manifestaciones.

Respecto a la enseñanza, una enseñanza laica, sería aquella en la cual se comunica, se informa, a los alumnos, sobre la existencia, fundamentos, doctrinas, creencias propias de todas las corrientes religiosas existentes, incluyendo las agnósticas o ateas.
Dicha información debería proporcionarse por medio de delegados o ministros propios de cada una de las corrientes de las cuales se informe, ya que no es correcto que se exija a un maestro o profesor enseñar doctrinas que le sean ajenas, y ante la eventual parcialidad, no estaría salvaguardado el principio de equidad e imparcialidad de la docencia impartida.

Cayó en mis manos un número de Ciudad Nueva donde Monseñor Julián Barrio , arzobispo de Santiago de compostela, aclaró la diferencia entre laicidad y laicismo en una homilía que pronunció en presencia de los Reyes de España y el Pte. del Gob. José L. Rodríguez Zapatero.
Como me pareció de interés la transcribo:
“ El laicismo, versión extrema de la laicidad, pretende, marginar del espacio social la dimensión religiosa. Frente a esta postura, se afirma que la Iglesia siempre y en todo lugar debe predicar la fe con verdadera libertad y emitir un juicio moral también sobre las cosas que afectan al orden político cuando lo exigen los derechos fundamentales de las personas o la salvación de las almas.”.
Mons. Barrio recordó asimismo el mandato evangélico de que “ hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, y afirmó que es obligación de la Iglesia “ anunciar la fe en Cristo antes que enseñar la moral en una sociedad postcristiana”.”Cuando el laicismo se presenta como dogma público fundamental y la fe es simplemente tolerada como opinión privada, no es tolerada en su verdadera esencia”.

ESPIRITUALIDAD DIACONAL

ESPIRITUALIDAD DIACONAL
(Milton Iglesias Fascetto. DP)
Miembro y ministro
El Diácono es miembro y ministro de la Iglesia, y esa realidad debe tenerla presente en su vida y su ministerio.
Debe conocer la cultura, las aspiraciones y los problemas de su tiempo. En este contexto está llamado a ser signo vivo de Cristo Servidor y a la vez debe asumir la tarea eclesial de escrutar a fondo los signos de su tiempo e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación , pueda la Iglesia responder a los interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas.

Por el Bautismo Santos
Todos los bautizados son hechos verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo, santos.
El Sacramento del Orden confiere a los diáconos una nueva consagración a Dios, mediante la cual han sido “consagrados por la unción del Espíritu Santo y enviados por Cristo al servicio del Pueblo de Dios, para edificación del Cuerpo de Cristo” (Ef.4,12).

De aquí brota la espiritualidad diaconal, que tiene su fuente en la que el Concilio Vaticano II llama “ gracia sacramental del diaconado”.
Además de ser una ayuda preciosa en el cumplimiento de sus diversas funciones, esa gracia incluye profundamente en el espíritu del diácono comprometiéndolo a la entrega de toda su persona al servicio del Reino de Dios en la Iglesia.
El carácter recibido en la Ordenación Diaconal produce una configuración con Cristo a la cual el diácono debe adherir y debe hacer crecer durante toda su vida.

La santificación es compromiso de todo cristiano, y en el diácono tiene un fundamento en la especial consagración recibida. Comporta la práctica de las virtudes cristianas y de los diversos preceptos y consejos de orígen evangélico según el propio estado de vida.
El diácono está llamado a vivir santamente, porque el Espíritu santo lo ha hecho santo con el Sacramento del Bautismo y del Orden y lo ha constituído ministro de la obra con la cual la Iglesia de Cristo, sirve y santifica a la humanidad.

El diácono en virtud de su ordenación está verdaderamente llamado a actuar en conformidad con Cristo Servidor y en cuanto a servidor del Padre en la obra de la redención de la humanidad, Cristo constituye el camino, la verdad y la vida de cada diácono en la Iglesia.

Toda la actividad ministerial tendrá sentido si ayuda a conocer mejor, a amar y seguir a Cristo en su diaconía. Por tanto los diáconos deben esforzarse por conformar su vida con Cristo, y no podría vivir fielmente su configuración con Cristo, sin participar de su amor por la Iglesia “ hacia la que no puede menos de alimentar una profunda adhesión, por su misión y su institución divina “.

El rito de la ordenación pone de relieve la relación que viene a instaurarse entre el Obispo y el Diácono: sólo el Obispo le impone las manos e invoca sobre él la efusión del Espíritu Santo, por eso, todo diácono encuentra la referencia del propio ministerio en la comunión jerárquica con el Obispo.

La ordenación diaconal , resalta además otro aspecto eclesial: comunica una participación de ministro a la diaconía de Cristo con la que el Pueblo de Dios, guiado por el Sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, y con la colaboración de los presbíteros , continúa el servicio de la redención de la humanidad. El diácono, está llamado a nutrir su espíritu y su ministerio con un amor ardiente y comprometido por la Iglesia y con una sincera voluntad de comunión con el Papa, el propio Obispo y los presbíteros de su diócesis.

El diácono está destinado por medio del sacramento a servir a sus hermanos y hermanas necesitados de salvación. Debe crecer en la imitación del amor de Cristo por la humanidad, que supera los límites de toda ideología humana, y ésta será la tarea esencial de la vida espiritual del diácono.

Medios de Vida espiritual

Organizará su ministerio y sus obligaciones familiares, profesionales, laborales, de manera que progrese en la adhesión a la persona y a la misión de Cristo Servidor.

El diácono es discípulo del Evangelio en proceso de conversión con todo el Pueblo de dios. Discípulo y maestro del Evangelio.
Como los hermanos Presbíteros, el Diácono es predicador en contínua conversión, necesitado de la Madre Iglesia que a todos pastorea .

Debe el diácono, como todo ministro ordenado, evitar convertirse en profesionales del ministerio.

En la opción de diáconos permanentes hombres casados, debe recordar el diácono que debe ser servidor en la vida del matrimonio, en lo laboral, y en la vida ministerial.

Jesús fue muy claro, dijo a los discípulos “ Si alguno quiere ser el primero que se haga el último y servidor de todos” ( El diácono de todos) Mc.9,36.

Jesús vino a diaconar hasta dar la vida. El diácono debe ser humilde servidor del Señor, salir al encuentro de las demás personas, asumir la condición del otro, con humildad, compasión, bondad, misericordia y ternura. Jesús es muy humano, y nos pide ser misericordiosos.

Jesús no se quedó en sentimentalismos, pasó a la acción. El ministerio diaconal está en nuestras pobres personas, pero debe ser expresión de la ternura de Jesús por los pobladores del Montevideo de hoy.

La realidad es cruel, egoista y en ella la Iglesia debe ser Sacramento de la Misericordia de Dios. Los diáconos tienen una especial responsabilidad en esta tarea de hacer explícita la misericordia de la Iglesia madre por todos los seres humanos.


El diácono es Ministro de la Palabra, por tanto debe leerla, meditarla, conocerla vivirla, y trasmitirla.

Ministerio de la Liturgia

La Palabra creída y proclamada es celebrada. El ministerio de los apóstoles es fruto de la oración de Jesús.
Dios “hace” a sus ministros. Los siete primeros diáconos fueron hecho ministros “ los presentaron, hicieron oración y les impusieron las manos”.

El ministerio diaconal está vinculado a la oración personal y comunitaria y jamás debe ser descuidada.

Con la Iglesia al diácono debe preocuparle todo lo humano y cada uno de los seres humanos relacionados con la realidad en la cual se mueve.

Todo diácono debe recordar siempre que, como miembro de la jerarquía sus actos y sus declaraciones comprometen a la Iglesia. Por tanto es esencial para su caridad pastoral verificar la autenticidad de la propia enseñanza, la comunión efectiva y clara con el Papa, con el Obispo , y no sólo en cuanto al símbolo de la fe, sino también en relación a la enseñanza del Magisterio ordinario y a la disciplina, en el espíritu de la profesión de fe, previa la ordenación y del juramento de fidelidad.

Cuanto más se acerque el diácono a la Palabra de Dios, tanto más sentirá el deseo de comunicarla a sus hermanos. En la Escritura es Dios quien habla a la humanidad; en la predicación, el ministro sagrado favorece este encuentro salvífico.
El diácono dedicará su más atento cuidado a predicar incansablemente la Sagrada Escritura, para que los fieles no se priven de ella por la ignorancia o pereza del ministro y estará íntimamente convencido del hecho de que el ejercicio del ministerio de la Palabra no se agota en la sola predicación.

Cuando el diácono bautiza, cuando distribuye la Comunión Eucarística, o sirve en la celebración de los demás sacramentos o sacramentales, verifica su identidad en la vida de la Iglesia: es ministro del Cuerpo de Cristo, cuerpo místico y cuerpo eclesial; y debe recordar que las acciones de la Iglesia, si son vividas con fe y reverencia, contribuyen al crecimiento de su vida espiritual y a la edificación de la comunidad cristiana.

En su vida espiritual los diáconos deben dar la debida importancia a los sacramentos de la gracia, y participar con particular fe en la celebración del Sacrificio Eucarístico, y si es posible ejercitando el propio munus litúrgico y adorar con asiduidad al Señor presente en el Sacramento, ya que en la Eucaristía, fuente y cumbre de toda la evangelización “ se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia”. En la Eucaristía el diácono encontrará verdaderamente a Cristo, que, por amor a los seres humanos, se hace víctima de expiación, alimento de vida eterna, amigo cercano a todo sufrimiento.

Por ser conscientes de la propia debilidad y confiando en la misericordia divina, accedan los diáconos con regular frecuencia al sacramento de la reconciliación no sólo para recibir el perdón de las culpas sino para ser impulsados hacia la plenitud de la caridad.

El diácono debe ser hombre de oración, que en el diálogo personal con Dios, recibirá la luz y la fuerza necesarias para seguir a Cristo y para servir a la humanidad en las diversas vicisitudes.


María Madre

El amor a Cristo y a la Iglesia está profundamente unido a la Bienaventurada Virgen María, de quien debe el diácono imitar sus virtudes y confiarse a ella, mirándola con veneración y afecto filial.

Matrimonio estímulo de la diaconía

También el sacramento del matrimonio, que santifica el amor de los cónyuges y lo constituye signo eficaz del amor con el que Cristo se dona a la Iglesia es un don de Dios y debe alimentar la vida espiritual del diácono casado. En el matrimonio el amor se hace donación interpersonal, mutua fidelidad, fuente de vida nueva, sostén en los momentos de alegría y de dolor. En el matrimonio el amor se hace servicio.
Vivido en la fe, este servicio familiar es, para los demás fieles, ejemplo de amor en Cristo y el diácono casado lo debe usar también como estímulo de su diaconía en la Iglesia.

El diácono casado sentirá la responsabilidad de ofrecer un claro testimonio de la santidad del matrimonio. Un amor sacrificado y recíproco entre los esposos constituirá la implicación más significativa de la esposa del diácono en el ministerio público de su marido en la Iglesia.

El diácono y su esposa deben ser un ejemplo vivo de fidelidad e indisolubilidad en el matrimonio cristiano ante un mundo que necesita a gritos tales signos.

Ante la viudez del diácono o de su esposa, la Comunidad Cristiana debe hacer todos los esfuerzos posibles por acompañarles y ayudarles con gran caridad y cuando sea la esposa la que sufra la viudez ,- según las posibilidades- no deberá ser descuidada por los ministros ni por los fieles en sus necesidades.-