jueves, 3 de octubre de 2013


OH.. LA COMUNIDAD

(Diac.Prof.Milton Iglesias)

Hay mucha gente que pretende que la Iglesia se reforme, y lo quieren todo de apuro. Pero la Iglesia es un conjunto universal de millones de seres humanos, y no es fácil hacer ajustes que a todos conformen y a los que todos se adapten de inmediato.

En cambio es más factible lograr ajustes de ritmo  en  las llamadas Pequeñas Comunidades,  en los Grupos, donde el diálogo profundo y permanente, unido a la oración y la vida sacramental permiten no sólo la corrección fraterna entre sus integrantes, sino la adaptación a ritmos menos cansinos que los que pueda llevar el conjunto universal.

Creo que no deberíamos descuidar la formación de Pequeñas Comunidades en nuestras Parroquias, en nuestras comunidades más grandes.  Es más fácil captar a los jóvenes para estas integraciones, les resultarán más atractivas.  Ellos vienen cargados de energía y como que nos empujan a movernos con mayor celeridad.

Estas Pequeñas Comunidades nos ayudan a revisar como anda nuestra vida en relación con nuestra Fe, en coherencia con el Evangelio. ¿ Recuerdan lo que se decía de los primeros cristianos?  : Miren como se aman.

¿ puede decirse lo mismo hoy de todos los que vamos a una Parroquia?  Muchas veces ni nos conocemos, no sabemos quien es el que se sienta a nuestro lado en la celebración eucarística. Les damos la paz sin saber quien es, sin preguntarle si está bien o si tiene algún problema, si necesita algo.

Hace unos cuantos años atrás alguien proponía que las Parroquias fueran Comunidad de Comunidades.  Se quedó en proyecto.

Sin duda cada pequeña comunidad tendrá su carisma propio, no importa, al contrario, es una bendición que se sumen carismas en la Iglesia.

¡Que bueno sería que todos quienes integramos la Iglesia procuremos formar pequeñas comunidades , de fe, de oración, de reflexión, para que cada integrante  de ellas en su vida civil se comprometa  cuanto pueda por ser sal, fermento y levadura en la vida social, barrial, política, sindical, es decir  cumpliendo cada uno la misión que le es propia, si es laico(a) en la transformación del mundo en más humano porque si es más humano será más cristiano, si es clérigo  hacia adentro de la comunidad eclesial para formar, impulsar, a los hombres y mujeres que la integran a no tener temor de “meterse” en lo mundano y hacer por dentro su obra.

No caigamos en la tentación de “atrapar” a los laicos y laicas para que trabajen dentro de una Parroquia o de una Pequeña Comunidad en exclusiva, olvidando que su misión específica es el mundo, la sociedad toda y que el Bien Común exige su cooperación la que debería ser irrenunciable.

Recordemos lo que nos ha enseñado nuestro Papa Francisco, salir a las periferias existenciales,  buscar a los que no están en nuestras filas, atraerlos,  ir a buscarlos, entusiasmarlos con el mensaje del Evangelio. Predicar con el ejemplo de vida.

De poco sirve quedarse sentado esperando que otros vengan. Hay que llevar el mensaje de Cristo al mundo para atraer el mundo a Cristo.

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