viernes, 22 de junio de 2007

¿EL PECADO ES ACASO UN MAL QUE HACEMOS A DIOS'

¿ EL PECADO ES ACASO UN MAL QUE HACEMOS A DIOS?

Vamos a comenzar el artículo afirmando desde el inicio que no es un mal que le hagamos a Dios, sino que nos lo hacemos nosotros mismos.

No faltan los que piensan que el pecado es un mal que se le hace a Dios.
Tampoco faltan los que creen que Dios impone los mandamientos porque a él le conviene.
Menos aún faltan los que afirman que la Iglesia al propugnar un valor moral está defendiendo un supuesto derecho de Dios frente a los seres humanos.

Debemos afirmar que el interés único de Dios es evitar cualquier mal a los seres humanos. El sueño de Dios es que TODOS se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Nadie al pecar se hace daño a él sólo, Dios lo sabe y se preocupa por las víctimas del pecado. Es que Dios es Padre-Madre de TODOS.

Santo Tomás de Aquino decía que “ Dios es ofendido por nosotros sólo porque obramos contra nuestro bien”.

Nuestro Dios no es un Dios de castigo, sino de PERDON, UN DIOS DE AMOR, DE MISERICORDIA, DE COMPASION, DE TERNURA.

Querer presentar a Dios como un juez que juzga y castiga, es, no entender a Dios cuyo único interés somos nosotros mismos y nuestro bien.

Dios sentirá dolor, el dolor del amor por el daño inevitable que cada uno se hace a si mismo.

Los seres humanos nos convertimos en jueces, y somos rápidos, muy rápidos para juzgar a los demás, y hasta para condenar. Pero Dios es perdón, comprensión, Si no se entiende esto léase la parábola en Lc. 15-1-3.11-32 (la conocida como parábola del hijo pródigo, y yo le cambiaría el nombre por “la parábola del Padre bueno”),donde se aprecia la alegría del Padre por el hijo que vuelve.

Ese Padre que no comienza a rezongar ni a castigar a su hijo que retorna, sino que lo abraza, hace fiesta. Todo esto supera nuestra capacidad de comprensión, pero si nos detenemos un poco en la consideración de este hecho podemos captar toda la grandeza que muestra.

Dios nos perdona gratuitamente, por su infinito amor.

Entonces el Sacramento del Perdón, de la Reconciliación, debemos vivirlo como alegría y gracia liberadora.

¿Con quién nos reconciliamos? Sin duda con Dios, pero también con toda la comunidad eclesial de la que nos separamos cuando obramos contrariamente a lo que debíamos obrar si lo hicimos como desobediencia voluntaria a la Ley de Dios.
Y no es para menos, nos reconciliamos con nosotros mismos, porque experimentamos una Paz, una Armonía, una Felicidad, y Tranquilidad que sólo puede provenir el Amor de Dios.

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