sábado, 21 de noviembre de 2009

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Dn.7, 13-14

En el Antiguo Testamento se prefigura una visión profética de Jesús, el Mesías, el Rey.
La profecía contenida en la lra. Lectura se centra en el Reino del poder del Mesías.
¿ de que poder estamos hablando?. Muchos israelitas interpretaban que se trataba del poder temporal, y esperaban al Mesías como líder temporal.
Por eso la pregunta ¿ de que poder estamos hablando? Es que las profecías bíblicas hablaban de una clase de poder diferente, poder para salvar, para dominar sobre el pecado, para formar un discipulado.
Pensamos entonces formularnos otra pregunta ¿ nosotros somos realmente discípulos fieles testigos de Jesús? ¿ o como aquellos israelitas esperamos triunfos terrenales únicamente?
Nuestra relación con Dios ¿ es sólo para pedirle triunfos o logros en la tierra?



En la 2da. lectura del Ap. 1,5-8 , en este último libro del Nuevo Testamento reaparece Jesucristo como Rey., pero ya en la verdadera naturaleza de su reino.
Aparece con poder sí, pero para la liberación integral de toda la gente y por el camino del servicio, del sufrimiento y del amor.

En el Evangelio Jn 18,33-37 se proclama el diálogo entre Jesús y Pilatos en el juicio que le seguían a Jesús en la corte romana.

Pilatos aparece como curioso, intrigado, quiere saber sobre el llamado Rey de los Judíos, y entonces ese Jesús que siempre se alejó de las proclamaciones, de los halagos y aplausos de quienes lo escuchaban, no dudó en testimoniar que verdaderamente es Rey., pero aclara que no se trata de un reino de este mundo, no es un reino político, no pertenece al Mundo terrenal.

Esta aclaración de Jesús, de que su reino no es de este mundo no nos habilita para deducir que la religión y que la Iglesia fundada por Jesús, sólo le compete lo relativo a la vida eterna y espiritual.
No, si bien el poder del Reino de Dios no es político ni existe para organizar a los fieles en orden al bien terrenal, el Reino de Cristo , del cual la Iglesia es Sacramento, es decir lo hace presente aquí y ahora, debe testimoniar siempre la verdad y exponerla a toda la humanidad.



¿ de que verdad estamos hablando? De la verdad sobre Dios, la verdad sobre los seres humanos, sobre nuestro destino y sobre cómo es posible conseguir la salvación.

Esa verdad del Reino de Cristo encarnada en la Iglesia es capaz de renovar a las personas, a las sociedades, a las culturas, renovar las relaciones humanas en su totalidad.

La verdad es inseparable de la gracia, es que la amorosa unión creada por Jesús entre Dios y nosotros los habitantes de este mundo terrenal, hace que, a quien lo acepte, lo introducirá en su reino de santidad, de paz y de eterna felicidad.

El cielo no es un lugar, es un estado. Estar en Dios, con Dios para siempre. Contemplarlo tal cual es, vivir en Dios eternamente. ¿ habrá felicidad mayor?

El infierno , conviene que lo recordemos, tampoco es un lugar. El fuego, el rechinar de dientes, y tantas otras figuras no hacen sino expresar la “ ausencia de Dios”. No poder vivir en Dios y con Dios eternamente alejados de él, sin su presencia, ¿ no será suficiente sufrimiento?






Me gusta ilustrar la idea del Cielo e Infierno con un niñito de apenas l año que comienza a caminar. Si lo soltamos en el extremo de un salón y ponemos a sus padres en el otro extremo, dará vueltas, pero saldrá sin duda con los bracitos extendidos hacia sus padres si sabe que es amado por ellos y si los ama, y tendrá la gran fiesta “ el cielo” cuando quede con ellos abrazado.
Pero si interponemos una reja o un muro entre el niño y sus padres, después de intentos varios romperá en llanto por no poder llegar hasta los padres y gritará y pataleará llorando y será para él un “infierno” no llegar nunca a sus seres queridos. No tendrá fiesta como tenía el otro niño, tendrá sufrimiento.

Para finalizar, que Dios nos conceda como pedíamos en el cántico aquel tan común cuando éramos niños,
Que Cristo Reine en las escuelas, en nuestra patria, en nuestras vidas y en el hogar.


(adaptación de una homilía de
Segundo Galilea).

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