lunes, 21 de junio de 2010

EL MINISTERIO DE LOS DIACONOS PERMANENTES

EL MINISTERIO DE LOS DIACONOS PERMANENTES

(En la época en que la Arquidiócesis de Montevideo-Uruguay preparaba su IV Sínodo Arquidiocesano, tres Diáconos Permanentes de la misma colaboraron para la redacción del presente trabajo. Ellos fueron los D.P. Julio Cirigliano, Jesús G. Píriz, y Milton Iglesias. Este trabajo no llegó a ser considerado en el Sínodo, pues otro en el cual también intervinieron los mismos más otros pares fue presentado como documento único. En consecuencia la única difusión que tendrá el del título será en el blogger del diácono Milton en que se incorpora y eventualmente en el Informativo Cidal si sus responsables de redacción consideran conveniente la misma como un aporte más sobre el ministerio diaconal.).

Para apacentar al Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios ordenados, dirigidos al bien de todo el Cuerpo. Los ministros que poseen la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos y hermanas, a fin de que todos cuantos pertenecen al Pueblo de Dios y gozan por tanto, de la verdadera dignidad cristiana, teniendo libre y ordenadamente un mismo fin, lleguen a la salvación.
El sacramento del orden configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento a Cristo en favor de su Iglesia, y por la ordenación el ministro recibe la capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su triple función de sacerdote, profeta y rey.
Por el sacramento del orden, la misión confiada por Cristo a los Apóstoles continúa llevándose a cabo en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. El acto sacramental de la ordenación va más allá de una simple elección, designación, encargo o institución por parte de la comunidad, ya que confiere un don del Espíritu Santo, que permite ejercitar una potestad sacra, que puede venir sólo de Cristo, mediante su Iglesia
El enviado del Señor habla y actúa no con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad de Cristo, no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en nombre de Cristo. Nadie puede conferirse a si mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida y ésto supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo.
El sacramento del ministerio apostólico comporta tres grados. De hecho el ministerio eclesiástico de institución divina es ejercido en diversas categorías por aquellos que ya desde antiguo se llaman Obispos, Presbíteros, Diáconos.
Los Obispos son quienes han recibido el ministerio pastoral en la comunidad y presiden en lugar de Dios a la grey de la que son los pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno. Tienen como colaboradores suyos a los Presbíteros y Diáconos.
La naturaleza sacramental del ministerio eclesial hace que a él esté intrínsecamente ligado el carácter de servicio.

Los ministros, en cuanto dependen totalmente de Cristo, el cual confiere su misión y autoridad, son verdaderamente “siervos de Cristo” (cf.Rm l,ll) a imagen de él, que ha asumido libremente por nosotros “ la condición de siervo” (Fil 2,7).
El orden del Diaconado que ocupa nuestro trabajo en esta instancia, nos lleva recordar junto con lo que precede, lo que las Congregaciones para la Educación Católica y para el Clero expresaron en forma conjunta en el Directorio para el Ministerio y la Vida de los Diáconos Permanentes. En estas declaraciones se establece que el servicio de los diáconos en la Iglesia está documentado desde los tiempos apostólicos.
Que se trata de una tradición consolidada, atestiguada ya por San Ireneo y que el ministerio diaconal ha sido siempre tenido en gran honor en la Iglesia.
La literatura patrística atestigua desde el principio esta estructura jerárquica y ministerial de la Iglesia, que comprende al diaconado.
Para S. Ignacio de Antioquía una Iglesia particular sin Obispo, Presbítero y Diácono era impensable subrayando cómo el ministerio del diácono no es sino el “ ministerio de Jesucristo, el cual antes de los siglos estaba en el Padre y ha aparecido al final de los tiempos””No son, en efecto, diáconos para comidas o bebidas, sino ministros de la Iglesia de Dios “. La Didascalia Apostolorum y los padres de los siglos sucesivos, así como también los diversos Concilios y la praxis eclesiástica testimonian la continuidad y el desarrollo de tal dato revelado.
ECCLESIA IN AMERICA
En la Encíclica citada, el Santo Padre en el numeral 42 luego de una introducción afirma : “Se trata de una experiencia muy diferente no sólo en las distintas partes de América, sino incluso entre las diócesis de una misma región. Algunas diócesis han formado y ordenado no pocos diáconos, y están plenamente contentas de su incorporación y su ministerio. Aquí se ve con gozo cómo los diáconos, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su Presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad”.



La CEU en el numeral l3 indica que “ La condición de vida de este ministerio (refiere al ministerio diaconal) tan particular hace de los diáconos según el decir de Pablo VI “ intérpretes de las necesidades y deseos de las comunidades cristianas; inspiradores del Servicio, o sea, de la diaconía de la Iglesia ante las comunidades cristianas; signo e instrumento del mismo Jesucristo que no vino a ser servido, sino a servir ( Ad Pascendum) . Y esto tanto más, cuanto mayor sea la integración de todas las dimensiones de la vida del diácono, familia, trabajo y ministerio, en la unidad de fe en Cristo Vivo”.
Es muy importante el reconocimiento que se hace en el 4º. y 5º. parágrafo del numeral l5 “ Por su inserción en el mundo el Diácono Permanente vive un espacio de frontera, que acerca al pueblo al misterio de Cristo. Está a la vanguardia misionera y en la construcción de la Iglesia a través de las comunidades, como Felipe ( Hch 8,4) y Esteban ( Hch 7). Queremos que este ministerio diaconal, despliegue toda su eficacia como signo de la voluntad misionera de nuestras iglesias particulares.”
Del final del No.l8 surge “Queremos un diaconado que aporte a nuestras diócesis su carisma de servicio para hacer de ellas aún más, una iglesia samaritana, que no da rodeos cómodos y pasa frente a nadie con corazón distraído sino que procura recuperar la dignidad humana profanada, en los rostros del Cristo Crucificado.”
En el numeral l9 urge a los diáconos a promover en las comunidades los ministerios laicales, y afirma categóricamente “ Queremos pues, el ministerio diaconal que haga tomar conciencia de la vocación y misión del laico en el mundo y en la Iglesia, de modo que cada uno con el don recibido, se ponga al servicio de los demás ( I Pedro 4,l0).”
El No. 2l indica “Tengan siempre los pies y el corazón disponibles para acudir a la llamada del amor y del dolor. Las Palabras de Jesús a sus discípulos antes de la Ascensión, han de resonar en todas nuestras Comunidades y muy particular y especialmente en el corazón de los ministros ordenados y de todos nuestros diáconos permanentes:”Vayan, hagan discípulos..,bautizándolos...enseñándoles a guardar lo que les he enseñado”” Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo “ (Mt 28,l9).”
Al final del numeral 23 indica “ Queremos, pues, un diaconado que potencie en toda la Iglesia esta opción preferencial ( se refiere a los pobres) como exigencia de presentar al altar las angustias y los clamores del pueblo y desde el altar, distribuir el pan y el lavado de pies a los hermanos”.

Siempre se ha sostenido y se sostiene que el Diácono Permanente casado es diácono desde el Matrimonio y nunca contra ni a pesar de éste. Por la forma de vida matrimonial es signo de la radicalidad del amor de Cristo por la Iglesia y por toda la humanidad.

“ La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (LG.l) . En estas palabras se expresa tanto el ser de la Iglesia en términos de sacramentalidad, como la razón de todo quehacer y misión eclesial en términos de ministerialidad.
Toda la Iglesia y, por lo tanto, la totalidad de su vida y la multiplicidad de sus expresiones, tienen este carácter de signo ( Mysterium) en que, analógicamente a lo que ocurre en el Misterio del Verbo Encarnado, se encuentran lo humano y lo divino como misterio de mutua participación y comunión.
Toda la Iglesia, y la totalidad de sus manifestaciones, tienen además la dimensión de la ministerialidad, como servicio a la salvación de todos los seres humanos.
Luego de presentar a la Iglesia como “ misterio”, comprensible desde la acción dinámica de la Santísima Trinidad y su voluntad amorosa de salvación, que hace de la nueva humanidad “ Cuerpo místico de Cristo” es definida como Pueblo de Dios, nacido de la voluntad divina que quiso santificar y salvar a los hombres, no individualmente y aislados entre sí, sino constituir un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente “ (LG 9).

Todos sabemos que esta presentación de la Iglesia como Pueblo de Dios , basado en la Comunidad del sacerdocio de todos los fieles y de su participación en el misterio de nuestra redención a través del bautismo, por el cual se constituye el Cuerpo eclesial, es una de las riquezas de perspectiva que aportó el concilio a la reflexión teológica respecto del ser de la Iglesia y del sentido de todo su quehacer.

“ El sacerdocio ministerial, en todos sus grados, se descubre y revela como particular participación sacramental en la capitalidad de Cristo, Cabeza del Cuerpo de la Iglesia, y por lo tanto, servicio ministerial ordenado a la salvación de todos los hombres y en especial al bien del Cuerpo eclesial” .
“ Dios quiso llamar y salvar a todos, configurándonos al misterio pascual de su Hijo. Por el Bautismo, somos hechos hijos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo, nuevas creaturas y partícipes de la vida que nos ha sido dada por Cristo, resucitado y glorioso. El Pueblo de Dios, pueblo de bautizados, es pueblo sacerdotal y todo bautizado participa del único sacerdocio de Cristo, expresión máxima del servicio de Dios al hombre”.
“ El sacerdocio ministerial, en el que son constituídos, los que han sido particularmente llamados , por el Sacramento del Orden, encuentra su razón de ser en la voluntad de Dios que quiere hacer posible en el ya de la historia, la nueva creación, la nueva humanidad que, en Cristo, camina hacia la plenitud prometida y realizada por El.
“El sacerdocio ministerial, en todos sus grados, está ordenado a que todos los bautizados puedan vivir su sacerdocio a imagen y semejanza de Cristo. Sacerdocio ministerial es pues, servicio a la salvación de todos los hombres y potestad para que todos puedan cumplir la misión de consagrar la creación entera a Dios. La razón de ser del ministerio “ordenado” y jerárquico está en la realidad constitutiva del Pueblo de Dios como pueblo sacerdotal, al servicio de ésta y en función de que ésta se cumpla plenamente.”
“La ministerialidad de la Iglesia se estructura jerárquicamente en tres grados: Episcopado,Presbiterado, Diaconado. Todos los ordenados integran esta jerarquía ministerial y participan del sacerdocio de Cristo de manera particular. Por el Sacramento del Orden, y por el carácter propio impreso en quien ha recibido el sacramento, los ministros han sido especialmente configurados, caracterizados y consagrados para ser sacramento, es decir, signo visible y eficaz de Cristo .”.(Marco Normativo – Mdeo. año l99l).

“ El Obispo, el Presbítero o el Diácono, encuentran su propia identidad en su carácter sacramental: son signos, presencia viva de la capitalidad de Cristo, participando a través del munus profético,sacerdotal y real del ser de Cristo como Pastor del rebaño, y expresan esa identidad en un servicio, que encuentra su modelo y su medida en el servicio mismo de Cristo y en su modo.
En la estructura jerárquica eclesial, el Concilio afirma la sacramentalidad peculiar del Episcopado, definiendo a los Obispos, sucesores de los Apóstoles como aquellos en quienes Jesucristo está presente en medio de los fieles como Pontífice Supremo (LG21).

“La consagración episcopal confiere la plenitud del sacramento del Orden”.Ellos, (los Apóstoles) han encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado a diversos sujetos en la Iglesia (LG28).

“ Presbíteros y Diáconos participan, en diverso grado, de la sacramentalidad del orden y de la ministerialidad episcopal. Esto significa que no es posible comprender , ni la identidad, ni la misión del ministerio presbiteral o diaconal, si no es desde su participación peculiar en la sacramentalidad y misión del Obispo.” Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su potestad dependen de los obispos ...(LG.28)...” en el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así.(.....) en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. (LG.29: participación en el triple munus episcopal en el grado del diaconado).”.

EL SER DIACONAL

:

“El verbo “diakonein”, servir, es un concepto central del Evangelio y quienes estaban en servicio del Señor y su Evangelio, recibían el título de “ diáconos”.
Respecto de los nombres propios de cada uno de los grados del Orden,es importante recordar, que en la Iglesia primitiva no se establecen demasiadas precisiones.
La imagen y modelo de todo servicio es Jesús mismo, el Diákonos ,Siervo y Servidor ( ser y quehacer). La fuente y cumbre de todo servicio es la misma persona de Jesucristo: El es el Evangelio, en El se hace presente y actual el Reino de Dios.
Centrar la ministerialidad en la persona de Jesucristo tiene connotaciones que van desde los ecos del Siervo en Isaías hasta el misterio Pascual del Señor, que asume radicalmente la condición humana para salvación de todos, y que muerto y sepultado, resucita para instaurar el tiempo nuevo.
Mc.9,35 “ Si alguien quiere ser el primero entre todos, que se haga el último y servidor (“diákonos”) de todos”.
“ La jerarquía en el Reino de Dios es jerarquía en el servicio, vivido como entrega generosa y obediente del hombre a Dios, manifestación suprema del amor evangélico.
Todo lo expuesto permite ubicar el ministerio diaconal en el horizonte más amplio de su identidad, que se caracteriza por las siguientes notas:
• Ser diácono es un peculiar modo de ser sacramento de Cristo, como miembro en una jerarquía ministerial, jerarquía de servicio.
• La participación en la jerarquía implica participación en la naturaleza y misión de ésta, compartiendo su especificidad en relación al bien de todo el Pueblo de Dios.
• Diaconía es siempre servicio en comunión y participación en la ministerialidad del Orden. El diácono participa por su vocación y ministerio propio, de la única capitalidad de Cristo en la historia de la salvación.
• Diaconía es servicio en el modo de Cristo :servicio en la dinámica del misterio pascual: entrega obediente y libre en el amor, por amor, para la realización del amor.
• Diaconía, en cuanto sacramento, es posible como ministerio ordenado y en relación a la sacramentalidad de la plenitud del ministerio, que se realiza en el Episcopado, lo cual implica las notas siguientes: vivencia de la comunión ministerial al servicio de la edificación de la comunión de todo el pueblo; realización de la fraternidad sacerdotal-ministerial, como signo de la unicidad del Salvador y de la salvación, que anima y vivifica el Cuerpo; disponibilidad y obediencia en la sacramentalidad propia delEpiscopado; participación en el ser signo visible del Obispo, como Pastor de una porción del Pueblo de Dios.
• Diaconía es visibilidad y visualización del servicio, que se desarrolla en actividades específicas, pero que, sobre todo, es testimonio del ser siervo y servidor en todas las dimensiones de la vida: familiar, social, laboral, política,etc.
• Diaconía es ministerio, y por lo tanto, servicio al desarrollo y la realización de todos los carismas en la Iglesia. La ministerialidad no puede definirse, delimitarse o determinarse por opciones o prioridades en la dedicación o la actividad, las cuales sí pueden ser válidas en cuanto opciones pastorales, concreta e históricamente determinadas, en la vida de una Iglesia particular. No se puede ser Obispo, Presbítero o Diácono para desarrolar una actividad determinada exclusiva, aunque sí se puede recibir la misión para aplicar la ministerialidad en uno u otro ámbito preferentemente. Los carismas tienen su valor propio en la riqueza y vitalidad del Pueblo de Dios y la ministerialidad está también a su servicio, pero no se confunde con ellos.
• La ministerialidad del diácono es ministerialidad de colaboración con los otros ministerios ordenados (episcopal, presbiteral). Para ella recibe una gracia sacramental propia, que le hace signo sacramental de “Cristo Siervo” y que tiene una gran eficacia para la realización de una Iglesia servidora y pobre, que ejerce su función misionera en orden a la liberación integral del hombre.(Puebla 697)”
• Desde muy antiguo y según la praxis primitiva, el diácono aparece como colaborador especial del Obispo, en un servicio activo de la caridad para toda menesterosidad humana. El diácono aparece así, de un modo especial, como inspirador, promotor y gestor de la diaconía en la Iglesia. Su persona y particular actividad recuerdan permanentemente a la Iglesia el amor preferencial de Dios por los más necesitados.
• Ser diácono es ser evangelizador en el llamado a la conversión del corazón y el anuncio explícito de la Buena Noticia, conversión y anuncio que se hacen realidad en múltiples acciones fraternas de acogida, asistencia, promoción, comunión y participación.
• Diaconía es ministerialidad en la celebración de la Fe del Pueblo de Dios. De allí la particular vinculación a la celebración de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida eclesial, y a la vida sacramental del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía es realización de la comunión y fuente del servicio que el diácono promueve en la comunidad.
• De lo expuesto, surge lo que afirma Puebla (698)”La misión y función del diácono no se han de medir con criterios meramente pragmáticos, por estas o aquellas acciones que pudieran ser ejercidas por ministros no ordenados o por cualquier bautizado, ni tampoco sólo como una solución a la escasez numérica de presbíteros que afecta a América Latina. Su conveniencia se desprende de una contribución eficaz a que la Iglesia cumpla mejor su misión salvífica por medio de una más adecuada atención a la tarea evangelizadora”.


El Diaconado Permanente se encuentra en permanente disponibilidad y docilidad a los desafíos siempre nuevos que impulsan cambios de acentos o ampliación de planes y proyectos pastorales, y tiene conciencia de estar llamado a ser signo de una Iglesia más encarnada, pobre y al servicio del mundo.

El Diácono Ministro Sagrado
Mediante la imposición de manos del Obispo y la oración consecratoria es constituído ministro sagrado, miembro de la Jerarquía.
Esta condición determina su estatuto teológico y jurídico en la Iglesia.
Está incardinado
Todo Diácono Permanente está incardinado en una diócesis y esta incardinación es un vínculo jurídico que tiene valor eclesiológico y espiritual en cuanto que expresa la dedicación ministerial del diácono a la Iglesia.
Cuerpo Diaconal: lugar de fraternidad
En el Cuerpo Diaconal los diáconos permanentes están unidos entre sí por la hermandad sacramental.
Con frecuencia se reúnen con el Obispo o su delegado ( Asesor) para verificar el ejercicio del propio ministerio, intercambiar experiencias, proseguir la formación permanente, y ser estímulo unos de los otros en la fidelidad.
La obediencia al Obispo
La promesa de obediencia al Obispo y a sus sucesores, asume como modelo a Jesús, sobre cuyo modelo caracterizará la obediencia en la escucha y en la radical disponibilidad.
El fundamento de la obligación está en la participación misma en el ministerio episcopal, conferida por el Sacramento del orden y por la misión canónica.
El ámbito de la obediencia y de la disponibilidad está determinado por el mismo ministerio diaconal y por todo lo que tiene relación objetiva, directa e inmediata con él.

Armonía y unidad Episcopal,Presbiteral,Diaconal
La armonía y la unidad entre los tres ministerios ordenados es indispensable, para delimitar las funciones y precisar las responsabilidades. Cualquier diferencia personal debe superarse por la caridad y buscar siempre una real y verdadera comunión fraterna y ministerial.
Presbíteros y Diáconos Permanentes saben claramente que sus ministerios son complementarios, y por tanto ambos respetarán en todo el oficio que es propio del otro en el ámbito particular de la acción ministerial, asumiendo claramente que hay diversidad de vida entre un diácono permanente casado, con un presbítero célibe.



Estilo de vida y sustento
El Diácono Permanente vive un estilo de vida sobrio y simple, que favorece una generosa caridad fraterna.
La CEU en el numeral 24 del documento que se mencionó al inicio de este capítulo dice:” El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para todos, especialmente para con los pequeños y los pobres; obediencia y humildad, desapego de si mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre riesgo de hacerse vana e infecunda (E.N.76) Esta exigencia, común para todos los discípulos de Jesús, será ineludible para sus ministros. “ y agrega en el numeral 25 “ Por eso, el diácono, con su vida debe manifestar siempre su consagración y vivir como signo sacramental de Cristo Servidor a quien representa pública y oficialmente en su familia, trabajo, barrio, en la parroquia, en sus diversos ambientes y respectivas comunidades. Solamente el encuentro vivo con Cristo Resucitado en la oración, en la lectura orante de la Palabra, en la celebración eucarística, en la comunidad, en los pobres le hará revivir cada día, la gracia sacramental de donde brota toda su especial y particular espiritualidad”.
No están obligados al uso del hábito eclesiástico.
Tienen derecho a asociarse entre ellos con el fin de favorecer su vida espiritual, ejercitar obras de caridad y de piedad y conseguir otros fines, en plena conformidad con la consagración sacramental y su misión.
El trabajo permanece ligado al ministerio, y la disciplina eclesial no les prohibe asumir o ejercer una profesión con ejercicio de poderes civiles, dedicarse a la administración de bienes temporales, o ejercer cargos seculares con la obligación de dar cuenta de ellos al Obispo.
En todas las actividades comerciales, de negocios o las que estén insertos deben dar buen testimonio de honestidad y rectitud.
La experiencia de nuestra Iglesia ha mostrado las ventajas que conlleva la práctica de que los diáconos permanentes no reciban remuneración por el ejercicio de su ministerio y que él y su familia se encarguen de su sustento.
Se tiene presente el numeral 67 del documento de la CEU respecto a los gastos operativos generados por el ejercicio del ministerio, definidos como tales aquellos que la caridad pastoral indique, y que corresponde a las comunidades locales o diocesanas proveer lo necesario, así como que se obtengan los recursos para sostener la formación de los candidatos y la realización de encuentros,jornadas, retiros del Cuerpo Diaconal según lo que se planifique por la Comisión del Diaconado.
Se destaca en forma muy especial por la importancia que tiene el numeral 69 del documento de la CEU que dice “Con la finalidad de garantizar el acceso a las instituciones católicas de educación – en sus diversos niveles- a los familiares de primer grado del Diácono Permanente y en aquellos casos en que éstos dependan de él para su sustento, el Obispo Diocesano, si lo considera oportuno – solicitará la excepción de pago por los servicios a la institución que corresponda, en atención a la fraterna solicitud de la Iglesia por sus ministros”.




Funciones diaconales
El ministerio diaconal viene sintetizado por las normas dictadas para su restablecimiento por la tríada : ministerio de la Liturgia, de la Palabra y de la Caridad y de este modo se expresa la participación diaconal en el único y triple munus de Cristo en el ministerio ordenado.
El Diácono es maestro porque proclama e ilustra la Palabra de Dios, es santificador en cuanto administra el Sacramento del Bautismo, de la Eucaristía y los sacramentales, participa en la celebración de la Eucaristía conservando y distribuyendo la Eucaristía, es guía en cuanto animador de la comunidad, de las pequeñas comunidades, y de distintos sectores de la vida eclesial.
El diácono permanente debe cultivar las cualidades humanas que hacen a una persona aceptable a los demás y creíble, y vigilará su lenguaje y su capacidad de diálogo, y procurará adquirir una actitud auténticamente ecuménica.
Diaconía de la Palabra
El diácono permanente debe conocer el arte de comunicar la fe al hombre moderno de manera eficaz e integral, en las múltiples situaciones culturales y en las diversas etapas de la vida.
Es propio del Diácono proclamar el Evangelio y predicar la Palabra de Dios (Drio.para el Ministerio y la Vida de los D.P. –Congregación para el Clero) . Gozan de la facultad de predicar en cualquier parte según las condiciones previstas por el Código, y esta facultad nace del sacramento y debe ser ejercida con el consentimiento, al menos tácito del rector de la Iglesia ( Párroco) con la humildad de ser ministro y no dueño de la palabra de Dios.
Cuando los diáconos permanentes presiden celebraciones litúrgicas ( Bautismos,Matrimonios, Celebraciones de la Palabra, o se les encargue la predicación en la Misa) deben dar gran importancia a la homilía.
Además de la participación en lo típicamente eclesial, deben trasmitir la Palabra en el ámbito profesional, de trabajo,etc. sea con palabras explícitas, o con su testimonio de vida, teniendo en cuenta las grandes posibilidades que ofrecen al ministerio de la palabra la enseñanza de la religión y de la moral en las escuelas, universidades católicas y/o civiles y uso de los medios de comunicación.
Diaconía de la Liturgia
El diácono permanente recibe el sacramento del Orden para servir en calidad de ministro a la santificación de la comunidad cristiana, en comunión jerárquica con el Obispo y con los Presbíteros.
En la Santa Misa no realiza el misterio, sino que, por una parte representa al pueblo fiel, le ayuda a unir la oblación de su vida al ofrecimiento de Cristo, y por otro sirve, en nombre del mismo Cristo, a hacer partícipe a la Iglesia de los frutos del sacrificio.
La Liturgia, toda ella, es fuente de gracia y de santificación, y su eficacia deriva de Cristo y no se apoya en la santidad del ministro. El D.P. será humilde, y procurará vivir una vida santa para ser digno ministro de Cristo.
En las celebraciones observan las normas propias de los santos misterios y se esfuerzan por promover celebraciones que impliquen a toda la asamblea, cuidando la participación interior de todos y el ejercicio de los diversos ministerios.
Se limitan a cumplir todo y sólo aquello que es de su competencia, llevando dignamente los ornamentos litúrgicos prescriptos .
Los diáconos permanentes son conscientes de su misión en la Iglesia, y de no poder realizar aquello que no le corresponda, aceptando junto a lo hermoso de la novedad, la riqueza de lo propio del ministerio diaconal como la posibilidad de ser creativos junto a sus comunidades.
Tienen clara consciencia de que no actúan en suplencia ni en ausencia del presbítero, sino preparando a las comunidades a la plenitud de la Eucaristía.
El Diácono junto al Obispo y al Presbítero es ministro ordinario del Bautismo, y actuará con licencia del Párroco.
En el Altar , cuando se celebre la Eucaristía, desarrolla el servicio del cáliz y del libro, propone a los fieles las intenciones de la oración y los invita a darse el signo de la paz, y en ausencia de otros ministros cumple esos oficios según las necesidades, siendo propio del diácono proclamar la divina Escritura ( Evangelio) pero no es suya la tarea de pronunciar las palabras de la Plegaria Eucarística y las oraciones ni cumplir las acciones y gestos de quien preside y consagra.
Distribuye la Comunión dentro y fuera de la Misa, puede llevarla como viático , es ministro de la exposición del Santísimo Sacramento y de la bendición eucarística.
En ausencia de Presbítero le corresponde presidir Celebraciones de la Palabra con Comunión.
Facultado por el Obispo o por el Párroco presidirán la celebración del matrimonio ( extra missam) impartiendo la bendición nupcial.
El diácono permanente es ministro de los sacramentales, signos sagrados por medio de los cuales, con una cierta imitación de los sacramentos, son significativos y por intercesión de la Iglesia se obtienen efectos espirituales. Impartirá entonces las bendiciones, más estrictamente ligadas a la vida eclesial y sacramental, que han sido consentidas expresamente por el derecho y le corresponde presidir las exequias celebradas sin la Santa Misa, y el rito de sepultura.
DIACONIA DE LA CARIDAD

Las obras de caridad, diocesanas o parroquiales que son primordialmente deber del Obispo y de los Presbíteros ,según la tradición eclesial son trasmitidas a los diáconos,así como el servicio de caridad en el área de la educación cristiana, animación de oratorios, grupos eclesiales juveniles, profesionales laicales , y todo cuanto haga para la transformación del mundo según el orden cristiano.
Los DP deben procurar prestar particular atención a los que más sufren y a los pecadores y superar cualquier ideología e interés particular, para no privar a la misión de la Iglesia de su fuerza que es el amor de Cristo.
La función de caridad comportará también un oportuno servicio en la administración de los bienes y en las obras de caridad de la Iglesia. Por eso pueden ser designados ecónomos diocesanos, o integrantes del Consejo diocesano para asuntos económicos.

MISION CANONICA
El ministerio de la palabra, del altar y de la caridad están inseparablemente unidos en el servicio del plan redentor de Dios. Los DP procurarán dar los porcentajes posibles de tiempo para éstos desempeños.
Resulta importante que los DP puedan desarrollar, según sus posibilidades, el propio ministerio en plenitud, en la predicación, en la liturgia y en la caridad y no sean relegados a ocupaciones marginales, a funciones de suplencias exclusivamente, o a trabajos que pueden ser ordinariamente realizados por fieles no ordenados.
Es deber de los DP respetar siempre la tarea del Párroco y cooperar con los Pbros. al cuidado pastoral, teniendo derecho a ser aceptados y plenamente reconocidos por todos., siendo miembros de los CPP por derecho.
Es importante el reconocimiento de que el camino diaconal es diverso al del presbítero y al del laico, aunque en cierto modo, participa de uno y del otro, sirviendo al altar y sirviendo al mundo; no sustituye ni a uno ni a otro.
Nuevamente citaremos a la CEU que en el numeral 38 dice “Al Diácono Permanente le compete realizar un servicio fundamental con relación a la Iglesia y al mundo, dando una contribución humilde y silenciosa propia de un estilo auténticamente diaconal, un servicio que marque la presencia renovadora de la Iglesia junto a los hombres y sus problemas”



El ámbito diocesano ofrece numerosas oportunidades para el fructuoso ministerio de los DP ,pudiendo ser miembros de organismos diocesanos de participación, del consejo pastoral, del consejo diocesano para asuntos económicos, y participar en el sínodo diocesano.
En la Curia pueden ser llamados para cubrir, si poseen los requisitos expresamente previstos, el oficio de canciller, de juez, de asesor, de auditor, de promotor de justicia y defensor del vínculo, de notario.
En todo su accionar el DP deberá evitar toda forma de burocracia para no privar al propio ministerio de su sentido y valor pastoral.

FORMACION PERMANENTE

Resulta muy importante la formación permanente de los diáconos ya ordenados, pues el carácter recibido en la Ordenación Diaconal produce una configuración con Cristo a la cual el diácono debe adherir y debe hacer crecer durante toda su vida. Todo esto lo vive en su espiritualidad y en su esfuerzo por incrementar permanentemente su formación la cual no está destinada –prioritariamente- a especializarlo en áreas académicas de teología, bíblica o de moral y ética ,pero sí a incrementar su preparación como ministro animador de comunidades , servidor del altar y de los hermanos y hermanas más necesitados.

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